tag:blogger.com,1999:blog-32112868648088718212024-03-05T21:33:38.154+01:00LA MAR DE TEXTOSLa intención, al abrir este nuevo blog, es guardar en él relatos completos, míos o ajenos, para quienes quieran leerlos en su totalidad. Desde el blog principal pondré un vínculo a éste en aquellos artículos que, por su extensión, sea aconsejable.Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.comBlogger17125tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-52162970435902084452014-03-28T11:49:00.002+01:002014-03-28T11:49:17.270+01:00<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: center; text-indent: 0cm;">
<b><span lang="ES-TRAD"> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;">LA MAGIA DE LAS LETRAS O BREVE HOMENAJE<span> </span>A
LA LUCECITA DE MI PADRE</span></span></span></b></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_7xOpWzIUUb_7tP3RRuxRASqSYYfXozStCAKT3fMp1gBZunvHOdhfjGo1micfTTTNWLIdU_5pP8W5ji-5lPbwY4Rtl4mqaerm2d1plQ_FTLFtjk4h_5lD3iuIKBglAFtFZXACEIocsIU/s1600/Paraninfo2.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_7xOpWzIUUb_7tP3RRuxRASqSYYfXozStCAKT3fMp1gBZunvHOdhfjGo1micfTTTNWLIdU_5pP8W5ji-5lPbwY4Rtl4mqaerm2d1plQ_FTLFtjk4h_5lD3iuIKBglAFtFZXACEIocsIU/s1600/Paraninfo2.jpg" height="216" width="320" /></a><span lang="ES-TRAD"> <span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">Hoy, que se banaliza la
literatura hasta extremos en que, con alguna excepción, lo más abyecto de la
sociedad ha tomado los primeros puestos en los listados de ventas, se necesita
que reivindiquemos la lectura de calidad en cualquier ocasión que se nos presente
y arrinconemos lo anodino, lo intrascendente que, no nos llevemos a engaño, ni
siquiera sirve para distraernos con verdadera eficacia y que resulta en esa «basura»
que en los ordenadores se limpia, pero que no estoy tan seguro de poder vaciar
de las sentinas del cerebro.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">
</span></span><div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD"> Quizá
yo sea de la generación del «Érase una vez... »; pero, tras esas palabras, se
engalanaba al instante un universo que me seducía de inmediato, porque
fascinaba mi propia fantasía. Es decir, la estimulaba implicándola. ¿Se puede pedir
mayor interacción? Entonces, las letras, que parecían escapar de las páginas en
un extraordinario vuelo de luciérnagas, se elevaban para componer escenarios
dentro del territorio de la imaginación, en donde los colores brillaban con la
fuerza de un sol que arrancaba destellos a las espadas; las telas, exquisitas,
llegaban del oriente más lejano y la suavidad de sus sedas debía corresponderse
con la delicada belleza de la princesa a la que iban destinadas; los aromas de
los perfumes, perfectamente desconocidos para mí, regalaban, sin embargo, mi
olfato; oía los vítores del pueblo al héroe que los había salvado del cruel
enemigo, y el sabor de las viandas especiadas </span><span>-</span><span lang="ES-TRAD">refinados manjares que salían de las cocinas del inexpugnable
castillo-</span><span></span><span lang="ES-TRAD">, deleitaban mi paladar, porque yo ya no estaba sentado en mi
casa, sino oliendo las exóticas esencias, discutiendo precios con los
mercaderes de tejidos o entre las largas mesas de madera del salón de la fortaleza.
Y eso, eso es magia. Además, aprendía, sin darme cuenta, lo que era la justicia,
la crueldad, el heroísmo, la delicadeza o el refinamiento y muchas otras cosas
que quedan implícitas, como en segunda o tercera línea, en una buena narración.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">
</span></span><div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD"> Pero
no puedo omitir la contribución de mi padre a mi pasión por las historias,
cuando pretendía trasladarme al mundo de los sueños, contándome un cuento con
todo lujo de detalles. Nunca logró adormecerme porque, sin querer, él mismo me
deslizaba al país de los ensueños. Recuerdo varias versiones </span>-<span lang="ES-TRAD">porque él no leía, inventaba</span><span>-</span><span lang="ES-TRAD">, del relato sobre unos niños que se perdían de noche en un
bosque, con hambre, descalzos, ateridos de frío y muertos de miedo, que terminaban
por descubrir, siempre a lo lejos, una lucecita que alumbraba la puerta de una
casa y que, no en todos los casos, era su salvación. A veces vivían honestos
labriegos, pero a menudo era una bruja infame, con su enorme grano en la punta
de la nariz aguileña, que eso ya se sabe que es obligatorio, y uno de los
niños, reuniendo valor y astucia, vencía con artimañas a la vieja arpía y acababa
en final feliz.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">
</span></span><div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD"> Esa
lucecita que, por fortuna, determinados grupos como el Salón de Letras Castalia
o los clubs de lectura, luchan por mantener encendida, debemos, como decía al
principio, reivindicarla, incluso exigirla, para que ilumine, aunque sea
débilmente, el oscuro bosque de los momentos grises, yermos, de la vida; porque
esa humilde lucecita era, hace tiempo que lo comprendí, la esperanza del alma y
el alma de la esperanza.</span></span></span></div>
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">
</span></span><div class="MsoBodyTextIndent">
<br /></div>
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">
</span></span><div class="MsoBodyTextIndent">
<br /></div>
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">
</span></span><div class="MsoBodyTextIndent" style="margin-left: 177pt; text-indent: 0cm;">
<span style="font-family: Times,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span lang="ES-TRAD">Granada, 27 de marzo de 2014</span></span></span></div>
Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-10685952983757791122013-10-03T09:33:00.000+02:002013-10-03T09:36:48.055+02:00LA ALHAMBRA DE SALOMÓN<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-cGTreUJ01vewncq_bix9H9wym7FtjTyx8GErxrX4yarW0Z-Aiu1orcs6iQPSJfISSQAbJTcQLe4WteCKdYxtXSL8ufzZmYzYYlN6bM4Dfu9F14qYBdxbj74dqTNEEgz71YV6taateh4/s1600/invita+m%C3%A1laga+prueba+1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="150" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-cGTreUJ01vewncq_bix9H9wym7FtjTyx8GErxrX4yarW0Z-Aiu1orcs6iQPSJfISSQAbJTcQLe4WteCKdYxtXSL8ufzZmYzYYlN6bM4Dfu9F14qYBdxbj74dqTNEEgz71YV6taateh4/s320/invita+m%C3%A1laga+prueba+1.jpg" width="320" /></a></div>
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<br />
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Al fin, coincidiendo con la celebración del milenio
del reino de Granada, se publica «La Alhambra de Salomón», de José Luis
Serrano, editado en Roca Editorial. Era imprescindible la aparición de esta novela,
que yo calificaría de multicéfala, como ya lo fuera «Zawi», su anterior novela
histórica, principalmente por cuanto, si bien la época nazarí es conocida,
aunque no lo suficiente, la dinastía zirí es ignorada casi por completo y sin
embargo, como refleja el autor en su relato, es el momento de la historia en el
que Granada tiene su origen, primero como ciudad judía (Gharnata al-Yahud) y después
en tanto capital del reino musulmán, no habiéndose hallado en ella pruebas
arqueológicas de un posible pasado romano ni visigodo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">El general desconocimiento de dicho período puede
llevarnos a la errónea conclusión de que nos estuviéramos remitiendo a un
pasaje árido de la historia, por lo que pudiéramos presumir de carencias en sus
inicios; pues bien, como describe José Luis Serrano, nada más lejos de la
verdad, porque a la par que la población empieza a gozar de canalizaciones,
aljibes, plazas, mercados, etc., y desborda en poco tiempo su muralla, es
decir, se configura como ciudad, aparecen personajes de una relevancia
portentosa, tales como el poeta malagueño Salomón ben Gabirol, que es a quien
se refiere el título y no al sabio bíblico, o Samuel Nagrela, que tienen una
enorme influencia cultural <span style="font-family: Symbol;">¾</span>el
primero<span style="font-family: Symbol;">¾</span> y
política <span style="font-family: Symbol;">¾</span>el
segundo<span style="font-family: Symbol;">¾</span>,
hasta el punto de iniciarse una saga, la de los Nagrela.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">La historia no tiene
compartimentos estancos porque resulta del entramado continuo y aleatorio de
las acciones de los hombres, y eso atenta, en el instante más inesperado,
contra la manipulación que se quiera hacer de ella. Así, cuando se ha
pretendido elevar la convivencia pacífica de las religiones en al-Ándalus a
extremos absurdamente idílicos, omitiendo cómo se masacraban entre sí los reyes
cristianos, para poder luego minimizarla desde esa cómoda posición o
simplemente negar su existencia, esta novela recupera del olvido cómo un judío,
un <i>nagid</i> (la máxima autoridad religiosa, judicial y política entre los
judíos), Samuel Nagrela, fue el gran visir plenipotenciario del rey Habús y,
después, de su sucesor, Badis, quienes dejaron de lado las diferencias religiosas
para depositar toda su confianza, su trono, su dinero y su vida, en manos del
judío y jamás fueron defraudados. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Para relatar el
nacimiento de un reino que sobrevivió durante siglos, la voz del narrador
omnisciente debe darse en clave épica, que es la elegida por el autor; no
obstante, esa voz, que pudiera constreñir registros más íntimos, es contenida,
rodeada, acaso burlada, por la habilidad de los diálogos y las derivaciones que
proceden de estos. Y es aquí donde los personajes, meticulosamente perfilados,
cobran vida, dando lugar a las pasiones, a las decepciones, al miedo, la ilusión
o al desencanto; a las emociones, en fin, que caracterizan la condición humana.
Con ellos se abre el escenario en el que el lector podrá observar las calles
por las que el pueblo transitaba, su indumentaria, la medicina de la época, la
gastronomía, las armas, los baños, los aromas, la poesía y el desarrollo de un
reino cada vez más avanzado y poderoso en lo militar, lo político y lo
cultural.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Los protagonistas, Ilbia
<span style="font-family: Symbol;">¾</span>la
arquitecta<span style="font-family: Symbol;">¾</span>, Ibn
Gabirol, el rey Badis y Samuel Nagrela, configuran el hecho y el marco de la
crónica, pero no se detienen ahí, porque José Luis Serrano cierra el círculo de
la historia del único modo que entendemos en el Mediterráneo, sumergiéndonos en
el al-Ándalus mítico, ¿o acaso somos capaces de pensar en la historia de Grecia
o de Roma sin que nos asalten sus respectivas mitologías?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">El soberano y el nagid
tienen, si no el mismo propósito, muy análogo en cuanto a su objetivo final; el
uno quiere reforzar y engrandecer un reino heredado y el otro lo desearía
salomónico, pero ambos se refieren al mismo reino, a la misma tierra. Son
ambiciones o anhelos distintos, pero complementarios y concéntricos. Probablemente
el secreto del triunfo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">La monarquía judía no
pudo darse, pero Nagrela obedeció el mandato de la Providencia y ordenó
construir una sinagoga y un palacio con una fuente, la de los leones, en la
colina de la Assabica. Ilbia, alarife heredera e iniciada en los conocimientos
ocultos o esotéricos de la reina Kahina, viuda de Zawi Ziri, es la encargada de
su construcción. Es ella la que nos introduce, entonces, en el descubrimiento
de la naturaleza matemática del cosmos, que al ser humano le parece mágica,
cuando es, precisamente, la más auténtica realidad.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">De esta primera Alhambra
del siglo XI da noticias Abd-Allah, el último rey zirí, en sus memorias y
también Torres Balbás en su «Estudio sobre la Alhambra», pero es que no es
conveniente olvidar que Alhambra deriva de al-Hamrá (la roja, por el color de
la tierra de la colina), por lo que cualquier palacio o fortaleza precedente a
la actual, sería llamada del mismo modo. No obstante, aun en el caso de que
fuera tema de discusión, debemos tener presente que, hubiera sido construida o
no, siempre estuvo allí, porque hay cosas, <span style="font-family: Symbol;">¾</span>entes, me atrevería a decir<span style="font-family: Symbol;">¾</span>, que están concebidos para un
lugar, y emplazamientos creados con la única finalidad de acogerlos. Podemos
deducir, pues, que llegado el turno de los monarcas nazaríes, ya en el siglo
XIV, Yúsuf I y Muhammad V, al levantar las salas de la Alhambra que hoy vemos,
sólo tuvieron que dar aparejo a la estructura etérea y sagrada que ya existía,
entretejiendo lo real con lo ilusorio, como si con sutiles hilos azules y rojos
bordáramos la bruma. Por eso, al pasearla, nuestra razón y la pulsión del ánima
se enfrentan y la recorremos en trance, en una suerte de éxtasis del desconcierto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
</span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">«La Alhambra de
Salomón», que hoy presentamos, es un esfuerzo histórico, descriptivo y
literario; pero, además, como el agua de sus fuentes, refresca la memoria
colectiva, recordándonos parte de nuestro pasado esplendoroso, porque, a mi entender,
la clave de la novela es revelada en el primer párrafo de la primera página:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">
<span style="font-family: "Times New Roman";">«Los recuerdos grandes se quedan a vivir en los cuartos del corazón, durante
la vida asoman cuando quieren, vuelven a la hora de la propia muerte y se
transmiten por la sangre».</span></span></div>
Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-76168144796974610762012-10-09T09:29:00.000+02:002012-10-09T09:29:27.967+02:00El amante de la reina<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt;">Por José Manuel García Marín</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIX1PY07SA2_jwlBcWqgxqWnO-1yjAQIBl3sqS-gkO0gXY3xjLzk_B-6L6GApfxb9do-wSz8WoV72y15uXgeh-kkGFt9c1jXH7GClHF0yidJ5P9DWPcqhXLPyOX58tNkXs6_B01ALjlQo/s1600/El+amante+de+la+reina.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIX1PY07SA2_jwlBcWqgxqWnO-1yjAQIBl3sqS-gkO0gXY3xjLzk_B-6L6GApfxb9do-wSz8WoV72y15uXgeh-kkGFt9c1jXH7GClHF0yidJ5P9DWPcqhXLPyOX58tNkXs6_B01ALjlQo/s1600/El+amante+de+la+reina.jpg" /></a><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman";">Si quisiéramos
hacer una síntesis del argumento de “<i>El amante de la reina</i>” (Roca Editorial),
de Sixto Sánchez Lorenzo, podríamos simplificar diciendo que es un relato
contado en primera persona de la vida del conde Axel von Fersen, vulgarmente
conocido como amante de María Antonieta. Y aunque no deja de ser cierto, el
resumen no define en modo alguno ni a esta<span>
</span>novela, ni a los personajes que le dan sentido.
Fersen está a punto de morir masacrado por el populacho en las calles de
Estocolmo y, como le había predicho Goethe, las imágenes de su vida vienen a su
mente como “genios dichosos que posan deslumbrantes en las cimas del pasado”. A
partir de este arranque, en un tono íntimo, ayuno de cualquier compromiso, con
el desinterés que proporciona una muerte inminente y segura, la narración de
Axel von Fersen se convierte en una confesión que de inmediato nos aproxima a
la persona, más que al personaje. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-size: large;">Tal vez el mayor logro de Sánchez Lorenzo consiste
en conseguir que nos olvidemos de él desde las primeras páginas, y que nos
parezca oír en verdad la voz del propio Axel. Y la mayor virtud de su voz es
dibujar de tal forma cada paisaje, cada olor, cada escena, que nos parece que
sus ojos son los nuestros. La sutileza con que se recrea el lenguaje de la
época, el cuidado con que se manejan los detalles históricos, ya sean nimios o
relevantes, la facilidad con que las palabras revelan los estados de ánimo, el
acierto y la verosimilitud con que cada personaje, principal o secundario,
aparece descrito, acaban envolviendo al lector de tal forma que siente
verdaderamente que el autor de esas líneas es el propio Axel von Fersen.</span> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman";">Para
conseguir tal efecto sin perder un ápice de respeto por los hechos reales novelados
es necesaria una cuidadosa documentación histórica, como la que acredita la
novela; sin embargo, en ningún caso la crónica se antepone a la novela. Esta
nos ofrece la<span style="color: #c00000;"> </span>visión de la historia del
propio protagonista, y a través de ella se deslizan las claves de un momento crucial
para la historia de Europa y las contradicciones propias de los momentos de
crisis, cambio o revolución. El propio Axel es víctima de tales contradicciones.
Reflejo del Antiguo Régimen, se debate entre su juventud idealista, significada
en su participación en la guerra de la independencia norteamericana, y la
defensa del viejo régimen, motivada, más que por sus convicciones, por una
lealtad hacia María Antonieta que desde luego fue mucho más allá del amorío,
como el cuidado relato nos desvela. Su compromiso con los reyes, organizando la
fuga hacia Varennes, y el declive del protagonista durante los veinte años que
sobrevive a María Antonieta, en un conmovedor eterno retorno hacia su memoria
en la mayor desolación, acreditan una devoción que no merece un tratamiento
frívolo, como ya había apuntado Stephan Zweig en su biografía de la reina. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman";">Desde luego
nada frívolo hallará el lector de esta novela. Muy al contrario, se embarcará
en un viaje hacia la profundidad de un sentimiento elevado, que la enseña de la
familia Fersen hacía presagiar: “<i>Tutto a
te mi guida” (“Todo me lleva a ti”). </i>Descubrirá el lector algunas
circunstancias que la historia oficial omite, y gozará con la recreación, con
los paisajes que el autor es capaz de dibujar con pocos trazos, como un pintor
impresionista, y sobre todo con la profundidad espiritual que logra dotar al
propio narrador, a Axel von Fersen. A pesar de tal hondura, los hechos de su
relación con la reina se presentan serenos, como el discurrir del agua de un
pequeño arroyo, como el retrato de dos seres que se mueven a cámara lenta y en primer
plano mientras el mundo en derredor gira con la velocidad de la tormenta. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman";"> Más
allá de la historia, “<i>El amante de la reina</i>” es una novela en la que Sixto
Sánchez Lorenzo exhibe su soberbio dominio del lenguaje -desde luego, poco
común- y una prosa envolvente y fluida, que tiene algo de música dieciochesca,
una cadencia que nos mece desde las primeras líneas y nos lleva en volandas a
través de un relato apasionante hasta la última página, en que concluye el
relato de una vida auténtica, que leemos con la respiración cortada, lentamente,
en silencio, saboreando esa emoción que únicamente proporcionan los buenos
libros.</span></span></div>
Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-66402555506194455682011-06-26T12:41:00.003+02:002011-06-26T12:50:14.337+02:00Los fantasmas del Retiro<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibti1mBhlpxHcmMMI05gKOYMeLVgJQFz21jsg02Uftuco2DrAA0qxQIKiRLVp3lRF7TN76AqECJ8sNvzmNGXrhlXJ11z_IfagzarZTqs8KdbZgPkjElQ5Gcf5DVF8_8yrAGRDuzxcMgJw/s1600/Los+fantasmas+del+Retiro.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 211px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibti1mBhlpxHcmMMI05gKOYMeLVgJQFz21jsg02Uftuco2DrAA0qxQIKiRLVp3lRF7TN76AqECJ8sNvzmNGXrhlXJ11z_IfagzarZTqs8KdbZgPkjElQ5Gcf5DVF8_8yrAGRDuzxcMgJw/s320/Los+fantasmas+del+Retiro.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5622477744261795794" border="0" /></a><br /><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--> <p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Esta vez, en la editorial Paréntesis, en su colección Umbral, el escritor José Vicente Pascual presenta un nuevo título: “Los fantasmas del Retiro”. No podemos clasificarla de novela histórica, por cuanto el propio autor sostiene que los hechos son históricos, pero que sólo sirven de base para sustentar el argumento narrativo. En realidad, da igual si es clasificable o no. Lo importante es que, como siempre, sus relatos desencadenan el goce de paladear una prosa impecable, tanto en el aspecto lingüistico como en el literario.</span></p><div style="font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">El argumento está basado en el curiosísimo caso ocurrido en 1956, cuando se hacen eco los informativos oficiales del resultado de la investigación, sobre Marte, de tres científicos españoles, desde el Observatorio Astronómico de Madrid, situado en el parque del Retiro. En el informe se indica que en el planeta rojo hay vida vegetal y agua, y que, incluso, podría encontrarse vida animal, si bien en fase primaria. Inmediatamente, tan importante hallazgo, imputable a españoles, y no a americanos y mucho menos a soviéticos, pese a la superior tecnología de que hacen gala, provoca tal revuelo, que hasta el NoDo reproduce la noticia, como puede comprobarse en sus archivos.</span></p><div face="times new roman" style="text-align: justify; "> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Naturalmente, la intención del “régimen” y de sus servicios secretos es ir mucho más allá en la espectacularidad de los supuestos descubrimientos en Marte. Planean presentar ante la opinión pública internacional un hallazgo de dimensiones sobrenaturales, el cual, exhibido bajo la autoridad de la razón científica, justificará y otorgará razón de ser histórica tanto al franquismo como a los regímenes dictatoriales derrotados en la segunda guerra mundial. A tal efecto, cuentan con la colaboración de dos científicos alemanes, pertenecientes a la élite propagandística del nazismo, que han abandonado transitoriamente su exilio en Paraguay para colaborar en esta empresa. Uno de ellos, el profesor Gehlen, es afamado experto en óptica astrofísica; su compañero, Blumenbach, tiene larga experiencia como realizador cinematográfico y especialista en fotografía.</span></p><div face="times new roman" style="text-align: justify; "> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Aparte los exiliados alemanes, colaboran en el misterioso proyecto los ya conocidos doctores Guyón, Martín Lorón y López Arroyo, aunque los motivos de cada uno son distintos, así como su implicación en la gran farsa orquestada y que tarde o temprano se expondrá como fulgurante verdad ante la comunidad científica mundial.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Otras personas, otras vidas, se ven involucradas en el desarrollo de los acontecimientos, todos ellos relacionados de una u otra manera con el Observatorio Astronómico:</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Silvano Cervera, protagonista de la narración, joven estudiante de ciencias físicas que sufre la presión y el chantaje de la Brigada Político Social para que, desde su humilde puesto de ayudante del ordenanza en el Observatorio, los mantenga informados de todo cuanto sucede en aquella casa. La BPS sabe que “algo” importante se está fraguando y que a ellos los han dejado de lado en la maquinación, por lo que precisan saber y mantenerse informados gracias a la colaboración, obligada, de Silvano Cervera.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Paco González, ordenanza y portero mayor del Observatorio, un hombre simple de atribulada biografía que se verá involucrado en el cúmulo de intrigas y conspiraciones habidas en el viejo edificio.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Muhammad, amigo de Paco González, máximo dirigente espiritual de la Guardia Mora del Caudillo (personaje que tiene consistencia histórica); padece una grave enfermedad pero desde su domicilio, donde sólo espera ya morir, ventea los hálitos funestos de cuanto está sucediendo y aconseja fielmente y con eficacia a Silvano Cervera sobre cómo actuar.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Santiago Dávalos, de nombre literario Eliecer Palacios, autor de una sombría, desasosegante novela titulada <i>El sepulcro de las luces. </i>Antecedió a Silvano Cervera en el cargo de ayudante del conserje, realizando sus mismas funciones de espía. La forma en que consiguieron su lealtad fue secuestrándole el manuscrito en tanto rendía a satisfacción en su cometido. El novelista, de por sí poco estable emocionalmente, acaba por perder la razón, desaparece y nunca nadie ha vuelto a saber de él. Antes de cubrir su retirada con un halo de misterio -y una inquietante sospecha de asesinato-, argüía que, junto con el manuscrito de <i>El sepulcro de la luces </i>le habían robado su alma. Silvano Cervera teme, fundadamente, que el responsable de los extraños fenómenos que se producen en los sótanos y pasadizos subterráneos del Observatorio sea Eliecer Palacios.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoNormal"><span style="font-size:100%;"><span style="color:black;">Sara, joven a la que Silvano conoce a través de Paco González y de la que acaba enamorándose. Se trata de una muchacha vitalista, llena de ánimo y determinación, que intentará ayudar a Silvano en todas sus dificultades.</span></span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Fernando, amigo de Sara -en realidad enamorado fiel de ella-, que a su vez establece amistad con Silvano. Es un joven algo atolondrado pero de excelente índole. Valeroso y algo cándido, su máxima aspiración es hacerse militante comunista clandestino y combatir al régimen de Franco; aunque ha de posponer estos planes hasta el momento en que su padre se jubile y en compañía de su madre se marchen de Madrid para ir a vivir al pueblo, pues no quiere darles el disgusto de su pase a la lucha clandestina.</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> </div><p style="text-align: justify; font-family:times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:100%;">Estos son los personajes centrales de la novela Hay otros, decisivos, que tienen en el argumento una presencia menos estable aunque determinante, como los policías Gaona y Dearco; el desconcertante poeta Alejandro Bareiro, célebre intelectual antifranquista exiliado en París pero que deambula por Madrid, totalmente impune, en pos de inconfesables objetivos; Samuel Blayne, corresponsal en España de la revista científica <i>Popular Sciencie, Magazine of information on the world and the progress, </i>de quien todos saben que se trata de un espía aunque nadie tiene claro cuál es, en última instancia, el gobierno al que sirve; Adela, limpiadora del Observatorio, quien siente un especial afecto por Silvano, siendo la relación entre ambos motivo desencadenante de acontecimientos cruciales para el argumento; Ángela Gullón, hija del profesor Gullón, quien tras la preocupante desaparición de su padre se pone en contacto con Silvano en busca de ayuda, y será ella quien descubra al protagonista los planes últimos sobre los supuestos descubrimientos en Marte y el secreto que se oculta bajo los subterráneos del Observatorio, camuflados como obras de ampliación del metro madrileño, concretamente la estación de enlace entre Retiro y Diego de León que se comenzó a construir, precisamente, en 1956 (documentado).</span></p><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"> <span style="font-size:100%;"><span style="font-size:12pt;">En definitiva, un narrador de excepción que dedica esta obra al puntual testimonio de una época demencial, en la que cualquier argumento, por muy peregrino que fuera, había de servir a la justificación, cuando no a la exaltación, de una dictadura que pretendía haber sido instaurada por designio divino. No hay más que recordar las monedas, en las que Franco era “caudillo por la G. de Dios”.</span></span></div>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-85739929631359974962011-04-20T13:46:00.007+02:002011-04-20T14:09:37.201+02:00Málaga, el paraíso de un reino<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDhsvvpXKZP-ANIf3w3xch-zWbjZSnxS8rtnhD4x9btFlQ-g9j06XUNOffBw0j28Zj4DUO9tIdmYoUnJA9vgP1vHSVERe4BUJOKM2IW4hKEwtoAbqa3tlol5mUkAT7kOK3dfItXBZKd0Y/s1600/alcazaba.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 188px; height: 154px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDhsvvpXKZP-ANIf3w3xch-zWbjZSnxS8rtnhD4x9btFlQ-g9j06XUNOffBw0j28Zj4DUO9tIdmYoUnJA9vgP1vHSVERe4BUJOKM2IW4hKEwtoAbqa3tlol5mUkAT7kOK3dfItXBZKd0Y/s320/alcazaba.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5597635148157016290" border="0" /></a>Por José Manuel García Marín<br /><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> El viento de poniente cimbrea con dulzura las tiernas ramas de la arboleda del monte de Gibralfaro, como desde mucho antes de que la colina recibiera este nombre. Abajo, en el puerto, chapalea el agua contra los costados de los barcos, tal vez con las mismas notas con que lo hiciera contra las trirremes romanas; igual, seguramente, que con las naves fenicias, griegas, nazaríes, berberiscas, genovesas o castellanas. Viento y agua o, mejor, brisa, de mar perfumada. Un soplo, el hálito, la bocanada de milenios con esencia de culturas.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Dicen que Málaga es una hoya quienes no la sienten y se ciñen, estrictamente, a su orografía. Es cierto que al norte, a su espalda, está rodeada de montes que la arropan y la defienden de los aires fríos, y que la entibia el Mediterráneo; pero, la realidad es que la naturaleza le ha concedido el abrigo, seguro y templado, del regazo de una madre. Y el azul, el azul de ese cielo nítido de noviembre. Tan nítido, tan claro, que parece que hiere y apremia a la lucidez. Málaga tiene el mar al sur, pero el mar es su norte, porque las ciudades costeras tienen, como norte, el mar.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Hay urbes opresivas, que comprimen el espíritu y angostan el intelecto. Son poblaciones rigurosas, severas, que se complacen en lo más sombrío del pensamiento. En ellas nace y se cultiva la ortodoxia. Son esas en donde no nos atrevemos a respirar hondo, como si temiéramos, con nuestra veleidad, transgredir una norma no escrita. En cambio, a Málaga se llega con un suspiro de alivio y, casi sin querer, llenamos los pulmones hasta saturarlos de oxígeno y, acaso con él, de una heterodoxia blanca, prolífica y chispeante, como la espuma que obsequia el oleaje.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Aún hoy los ojos de las jábegas <span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family:"Times New Roman"; mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ></span></span>-aquellas barcas, legado de los fenicios<span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family: "Times New Roman";mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol; mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>, permanecen abiertos por admirar, sin duda, la belleza de una ciudad florida y femenina. Florida, porque las flores están presentes en todas partes: jardines, terrados, glorietas, balcones... ¡Es tan fácil que florezcan en esta tierra! Incluso donde no están se las intuye, en tal medida se las desea. Y es que aquí no se plantan, aquí se crían. Las flores. ¿Qué lugar es éste, donde el aire lleva en palmas aromas de sal y de romero, y las mujeres tienen mirada de jazmines en la noche?, ¿no es en estas calles donde los foráneos creen obtener una flor cuando compran una biznaga? ¡Qué delicadeza ensartar por el tallo, uno a uno, los jazmines en las agujas del cardo! Y qué sutileza la de aquél biznaguero que las voceaba: “¡Vendo olor!”, proclamaba. Admirable que, en tan corta frase, le cupiera una poesía.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> No es gratuito que al faro del puerto, en Málaga, se le llame “la farola”. Es probable que sea la única población del mundo en que al faro se le aplique este género; pero eso no es más que abundar en que la ciudad es femenina, como todas las que son o han sido bellas. Una madre, si bien ni coactiva ni protectora en exceso, sino experimentada y sabia <span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family: "Times New Roman";mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol; mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>por algo con más de tres mil años<span style="font-family: Symbol;mso-ascii-font-family:"Times New Roman";mso-hansi-font-family:"Times New Roman"; mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type: symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>, aquélla que enseña e incita a volar a sus hijos, a la par que conserva un trozo de hogar para su vuelta. De ahí que despierte en el ánimo sentimientos de expansión, de libertad infinita. </p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Por esto el ojo en las jábegas, para que la embarcación gozara del atributo físico de un ser con vida. Un ente elevado a la categoría de hija y, por tanto, merecedora de que el regreso, sana y salva, fuera ansiado por la madre. De este mágico modo, se lograría que pesara más el magnetismo atrayente de sus costas, que la negra adversidad. Ya lo presintieron los fundadores de “Malaka”, los fenicios, cuando se asentaron en las faldas de la Alcazaba. Nadie niega que, además, simbolice el ojo de Horus o el de Osiris, que ellos trajeron de Egipto y que, como talismán, sea poderoso contra el mal de ojo. No se excluyen, luego pueden coexistir esas creencias. Eran Melkart y Astarté sus dioses y no las deidades egipcias y, sin recato alguno, consagraron sus barcas a los ajenos. Manifiesta señal de que podían avenirse.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> A este pueblo, venido del actual Líbano, no sólo le debemos el avance que supuso el comercio, también la cultura, el conocimiento del alfabeto y otras cuestiones prácticas, como la ordenación del espacio de las poblaciones, lo que conocemos como urbanismo. El apogeo de su colonización en tierras malagueñas se produce entre los siglos VIII y VI a. de J.C., pero parece que ya existía un período de precolonización desde el siglo XI a. de J.C.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Se establecen, los fenicios, en la franja costera que va desde el Cerro del Villar, en los terrenos que recientemente eran propiedad de la azucarera Larios, junto a la desembocadura del Guadalhorce, hasta más allá de Algarrobo-Costa. La población autóctona aprendió de estos grandes comerciantes nuevas técnicas de alfarería, textiles, metalurgia y salazón de pescados. Por cierto que, la célebre salsa “garum”, tan apreciada en Roma, no es un producto romano, sino fenicio. Además de esta salsa, eran expertos en la extracción de un tinte, de las glándulas branquiales del “múrex”, un molusco al que en Málaga se le llama “búsano”, para conseguir el púrpura con el que se teñían tejidos de alta calidad, reservados a los reyes y grandes sacerdotes.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes"> </span> Hay quienes afirman que el olivo lo introdujeron ellos. No es cuestión ahora de entrar en disquisiciones; pero, lo que sí apunta a verdadero, es que promovieran su cultivo e instruyeran a los naturales en la industria de convertir el fruto en oro líquido. Una nueva materia de agricultura, y con ella los ciclos de labor y de recolección, que ya se festejaban en honor de dioses olvidados, diosas-madre de la fecundidad, representativas de la Tierra, con la alegría de la fiesta de “Verdiales”, el cante prefenicio que ha perdurado a lo largo de los siglos, a pesar del esfuerzo de la Iglesia por domesticarlo, y que ha resultado en genuino e indiscutible signo de identidad. ¿Qué más da que tenga connotaciones con la cultura minoica o que coincida con las saturnales, siendo estas últimas posteriores? La grandeza es que Málaga participa, de pleno derecho, de la Andalucía mítica, y que protagoniza y comparte el sabor de las jugosas raíces del hombre mediterráneo, que es el de la mixtura de la historia con la fábula, porque aquélla, sin el mito, sólo es crónica, y éste, sin la historia, sólo fantasía. </p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Sí, aquí se adoró a Melkart y Astarté; a Zeus y Hera en la “Mainaké” griega, breve como un destello, pues, en más de tres mil, setenta años son únicamente un atisbo, un leve fulgor del tiempo. Sin embargo, una ventana más a la sabiduría de este Mare Nostrum.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Enseguida, estos dioses serían reemplazados por las divinidades romanas, Júpiter y Juno, cuando la población entró a formar parte de las “civitas” aliadas de Roma. Más tarde, bajo el dominio de Vespasiano, se convirtió en municipio romano en reconocimiento de su importancia, de lo que es una prueba la entrega, en el año 81 d. J.C., de la “Lex Flavia Malacitana”, en la que se recogen, entre otras cuestiones, y como curiosidad, hoy, la imposición de sanciones a los propietarios de edificios que permitieran su abandono y destrucción, sin una causa de peso, a menos que, en el término de un año, procedieran a su reconstrucción.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> De esta “Malaca” se conoce el “Decumanus”, la vía este-oeste, que se emplazaría en la calle Santa María y en la continuación de ésta, la calle del Cister, pero no el “Cardo Maximus”, la que seguiría la dirección norte-sur.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Afortunadamente, y a falta de otros vestigios de similar trascendencia, el Teatro Romano ha permanecido en un estado discreto de conservación, gracias a quedar enterrado <span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family:"Times New Roman";mso-hansi-font-family: "Times New Roman";mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>es de suponer, aunque sea una paradoja<span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family: "Times New Roman";mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol; mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>, hasta 1951. En estos momentos, en los que Málaga aspira a ser Capital Cultural de Europa para el 2016, se realizan obras de excavación y de recuperación del monumento, del que puede contemplarse parte del escenario más inmediato al espectador, el “proscaenium”, de la “orchestra”, de la “cávea” (las secciones de la gradería) y del “vomiturium”, el pasillo por donde accedía el público. Los malacitanos de la época asistirían a la escenificación de obras de Nevio, Tito Macio Plauto o Publio Terencio Africano, hasta el siglo III, en que dejó de usarse el teatro, deleitados con la más sobresaliente joya de la que nos hicieron herederos: su lengua, el latín.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Vasos, bustos, columnas, capiteles... multitud de restos romanos, no sólo en la capital, sino en toda la provincia, desde Antequera, con su “Arco de los Gigantes” y su orgullo: “El Efebo”, una estatua de 1,54 m de altura, en bronce hueco, a otras localidades en las que se conservan puentes, inscripciones, acueductos, termas, villas, etc., como Cártama, Ronda, Casares, Coín, Ardales, Teba, Salares, en una lista formidable.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Roma hizo valer el poder y el orden imperial, mediante la imposición de su ley civilizadora, y potenció a “Malaca” como ciudad portuaria apta para el comercio exterior, como ya lo era con los fenicios; pero, comunicada con la Hispania interior por la Vía Hercúlea o Vía Augusta, se facilitó aún más su desarrollo. Desde las dársenas se exportaban aceites, salazones, metales, tejidos, pasas, vino y esclavos. Algunos productos se monopolizaron en manos de sirios y judíos, que llegaron a instituir los “Collegia” (juntos por ley), gremios regularizados y poderosos.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> La pujante trayectoria del puerto no fue alterada con la invasión de los visigodos, quienes respetaron las relaciones comerciales que se mantenían con ciudades de Italia, Grecia, Siria y el Magreb. Sí se produjo, como era presumible, el relevo de dioses. Ahora se introduce el cristianismo con más fuerza, mas no nos confundamos, el cristianismo unitario; es decir, el arrianismo. Al menos, oficialmente, los malagueños hubieron de abandonar la pluralidad, en favor de un solo dios, ya que los romanos no impusieron sus cultos, excepto en el caso de Constantino, pero, aun así, su fe sería asimilada por las clases altas; muy difícilmente en las áreas rurales. Se origina, de este modo, la fractura, el quebranto del paganismo que, aunque absorbido y transformado, continuará latente durante siglos.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Es a partir del siglo VIII, cuando Málaga se constituye en “cora” (distrito o comarca) de al-Ándalus, con capital en Archidona, “Malaqa” se hace musulmana, y comienza su andadura hacia el esplendor, cuyo inicio efectivo se desencadena en el período de los reinos de taifas (del XI al XIII) y culmina al incorporarse a la taifa nazarí de Granada hasta finales del siglo XV.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> “Malaqa” atraviesa cuatro fases de taifa o reino independiente, más la subordinada a la granadina. Con la dinastía “hammudí”, primero de ellos, ya adquiere auge e incluso acuña moneda propia. Hay varios elementos curiosos de la época taifa en Málaga (según datos de la Dra. Martínez Núñez): los soberanos hammudíes no se entierran en Málaga, sino en Ceuta; no quedan inscripciones epigráficas de los nazaríes, y en sus enterramientos abundan las estelas de orejas con textos de alabanza.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes"> </span> La urbe, a mediados del siglo XIV, se encuentra perfectamente protegida, con la muralla que recorre todo su perímetro, el foso que la acompaña y una fortaleza militar elevada, que podía albergar a más de cinco mil soldados, la Alcazaba-Castillo de Gibralfaro, que también está amurallada. De la importancia de la ciudad, en cuanto a extensión y actividad, puede dar idea el número de puertas que traspasaban dicha muralla y que el Dr. Martínez Enamorado evalúa con seguridad en más de ocho, si bien de algunas, más dudosas, sólo se tienen noticias por referencias sin ubicación.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Este historiador arqueólogo, coautor, con la Dra. Calero Secall, de la magnífica obra: “Málaga, ciudad de Al-Ándalus”, advierte, para ayudarnos a comprender mejor la fisonomía urbana, que debemos tener en cuenta la evolución de la línea de costa, causadas por la sedimentación, la erosión y el efecto transformador de la mano del hombre; porque, sólo así, conseguiremos entender la cercanía del agua a determinadas zonas o edificios que, hoy, se encuentran retirados del mar.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Entonces podría verse, desde la muralla, la agitada actividad del puerto, con las idas y venidas de comerciantes, carreteros, capataces, muleros, marineros, estibadores y mozos de cuerda; se alcanzarían a oír sus quejas, sus risotadas, los juramentos, las maldiciones y los golpes de los fardos contra la madera de cubierta, ahogados, a cada instante, por los graznidos de las gaviotas. El aire salino se impregnaría del olor a brea de las naves, y de vino o especias cuando se cargaban en las carracas genovesas, junto a las sedas, el lino, almendras y dulces pasas de la Axarquía, rumbo a los países del norte.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Los genoveses, que competían duramente en el negocio de la seda con pisanos y toscanos, obtuvieron ventajosos acuerdos con los sultanes nazaríes, por los que se les permitía disfrutar de una alhóndiga de su propiedad en pleno puerto, un edificio que se llamó “Torre o Castil de los Genoveses”, muy cerca de la “Puerta de Buenavista” y próximo a las “Atarazanas”, los astilleros en que repararían sus embarcaciones en caso necesario. Las “Atarazanas” fueron construidas por los almohades, pero la ampliación y la monumental puerta se debieron a Yúsuf I, el sabio sultán nazarí. He ahí el porqué de los escudos de esta dinastía en el soberbio arco, que todavía se conserva, de la puerta principal del Mercado Central.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Malaqa reúne todas las condiciones urbanísticas para residir en ella: está fortificada, tiene puertas, postigos, mercado en la plaza de las Cuatro Calles (Plaza de la Constitución), un puente para cruzar el río Guadalmedina al arrabal de los mercaderes de la paja, tenerías para curtir pieles en la calle de Pozos Dulces, un alfar fuera del recinto amurallado (por la actual calle de Ollerías) y otro, el emiral, en la calle de las Especerías, donde expertas manos artesanales moldearían la afamada cerámica o loza dorada que, igualmente, se exportaba por vía marítima; una judería al noreste, extramuros también, por lo que se deduce la existencia de una sinagoga; una alcaicería, el mercado de productos suntuosos, baños, fondas, un cementerio y templos para la oración, mezquitas, repartidas por sus calles, alguna en la calle Granada y una mezquita aljama (mayor), con su madrasa (la escuela coránica), en el lugar que ahora ocupa la catedral. Por diferentes crónicas se sabe que tendría trece naves, lo que la define como un espacio de medidas más que respetables, y una deslumbrante lámpara de plata, que había donado el piadoso vecino Tammin ben Buluggin. Martínez Enamorado cita a la Dra. Aguilar García, que defiende que el número de columnas de mármol <span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family:"Times New Roman";mso-hansi-font-family: "Times New Roman";mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>de jaspe algunas-<span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family:"Times New Roman"; mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ></span></span>, que la sustentaban era de ciento once, aunque Jerónimo Münzer cuenta ciento trece.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> El gobierno del pueblo estaba asegurado mediante los estamentos precisos: el militar, el religioso y el civil, representado por los cadíes, que impartían justicia a los habitantes. Y la vida, con sus placeres: la suavidad del clima, el mar y sus productos, frescos o en salazón, los frutos de huertas y almunias, las carnes de sus ganaderías, que eran guardadas en un recinto cercado, al norte, entre el Torreón de la Goleta y las puertas de la Explanada de los Alardes y del Postigo (más tarde de Buenaventura), lindando con el río al oeste y en dirección al camino de Casabermeja al este; las viñas, de las que se extraían los vinos lícitos <span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family:"Times New Roman"; mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span>el célebre “Xarab al-Malaquí”<span style="font-family:Symbol;mso-ascii-font-family: "Times New Roman";mso-hansi-font-family:"Times New Roman";mso-char-type:symbol; mso-symbol-font-family:Symbol;" ><span style="mso-char-type:symbol;mso-symbol-font-family:Symbol;" >-</span></span> y los ilícitos, remitidos a otros países, aunque algo quedaría para despacho de viajeros de otra fe y de más de un pecador, sin olvidar a nuestros judíos, que carecen de esta prohibición. Incluso, en fin, había tertulias literarias, y para todos los gustos, al oscurecer, no en vano en Malaqa habían nacido sabios y poetas, como Ibn Gabirol, el más ilustre de ellos. En definitiva, si Córdoba encarnó el poder y la cultura, Sevilla la alegría; si Granada fue el reino, Málaga su paraíso.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Llegados a 1487, mejor pasar de puntillas por la cruel toma que, de Málaga, realizaron Isabel y Fernando. Baste decir que quince mil malagueños musulmanes fueron convertidos en esclavos y que sólo quedaron de veinticinco a cuarenta familias. Como ciudad, se desmoronó, sumida en triste decadencia durante dos siglos, en los cuales únicamente el puerto se mantuvo, aunque sin la brillantez de antaño, dedicado a la exportación de vellones de lana a diversos puntos de Italia.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Inmediatamente a la conquista, se procedió al repartimiento de las casas principales a los caballeros cristianos que participaron en la batalla. Un buen ejemplo es el Palacio de Buenavista, hoy Museo Picasso, que fue un palacio nazarí, del que queda la torre, sobre el que se edificó el nuevo, propiedad, a partir de entonces, de Diego de Cazalla. Al margen de las exposiciones, es muy recomendable reparar en los hermosos alfarjes y artesonados del edificio.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Del igual manera, en 1498 se utiliza la mezquita mayor para comenzar, sobre ella, las obras de la catedral. En ella intervinieron los maestros Enrique Egas, con Pedro López como cantero, Diego de Siloé y, mediado el siglo XVI, Andrés de Vandelvira. La catedral, que contiene una mezcla de estilos, desde el gótico al renacentista, ha sufrido innumerables problemas para concluir sus obras, que jamás se terminaron, pues aún falta una torre para quedar ultimada. Sin embargo, esta carencia, por la que es conocida como “la Manquita”, se ha trocado en característica de tal magnitud que, planteado hace unos años su remate, se optó por dejarla inacabada. No obstante, la catedral tiene en su seno cualidades que la sitúan entre las más notables. Vale con observar su inestimable coro, obra de Francisco de Mora, con cuarenta tableros de Pedro de Mena, en la doble fila de asientos tallados en maderas de caoba, granadillo y cedro. En medio, la cristalina lámpara de Bohemia de 1766. Una, excepcional, de plata, en el templo musulmán y otra, extraordinaria, de cristal, en el cristiano. La luz, el ancestral fuego de los dioses, y la música celestial de los órganos gemelos, uno a cada lado del coro, que parecen cobijarlo desde sus veintidós metros de altura, que el Maestro Organero de Cuenca, Julián de la Orden, en colaboración con el arquitecto Martín de la Aldehuela, construyeron en cuatro años. Inaugurados en 1783, bajo el patrocinio del obispo Molina Lario y presupuestados en quince mil, terminaron por costar entre cincuenta y siete mil y sesenta y un mil ducados. Se cuenta que ambos maestros se quedaron ya para siempre en Málaga, y que el primero solicitó, siéndole concedida, la plaza de Maestro Campanero para, con ese motivo, residir en la torre, desde donde podía escuchar el sonido de los órganos, hasta su muerte, en 1794. </p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> En 1505, frente al Sagrario, había un mesón que el caballero Diego García de Hinestrosa transformó en palacio familiar, y que legó a su muerte para que, a sus expensas, se convirtiera en hospital para pobres. El Hospital de Santo Tomás, de estilo gótico-mudéjar, hubo de ser reedificado tras los terremotos que se sucedieron en los años 1884-1885. Este inmueble tiene dos particularidades: ser uno de los monumentos más desconocidos por los propios malagueños, por la imposibilidad de visitar su interior, y poder erigirse, de hecho, en una de las más antiguas fundaciones de España continuadas hasta hoy. Se sabe de él que tiene siete patios y una bellísima capilla. Por fortuna, en un futuro próximo, se abrirá al público, formando parte, así, del recorrido que puede hacerse por el centro histórico.</p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Málaga no se resigna a su suerte ni por las riadas, la devastación de la guerra, la expulsión de sus ciudadanos o las epidemias, como la de cólera del siglo XVII. Poco a poco avanza hacia la industrialización. En el XVIII vuelve a exportar sedas y lanas. Se crea el Consulado del Mar y se establecen cátedras de comercio, agricultura y navegación. En el XIX toma la iniciativa industrial y es pionera en dos áreas: el metalúrgico y el textil; pero a los manejos políticos, que la apean de su podium en beneficio de otras, se suma la filoxera, que provoca un desastre en el medio rural. La depresión económica ocasionada, más la padecida por la guerra de 1936, no quedará enmendada hasta la segunda mitad del XX, en que se erigirá en uno de los primeros destinos turísticos del mundo. La urbe se abre al extranjero, gracias al que penetra una nueva mentalidad, más moderna y cosmopolita. </p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> Málaga es permeable a las ideas y así ha sido a lo largo de centurias. ¿Qué posos, qué sedimentos subsisten en el hombre por la vía genética, después de haber digerido tantas culturas, perspectivas, dolor, júbilo, tristeza, tanto sol y tanto cielo, sino hospitalidad y cercanía?, ¿y no son éstas el clamoroso indicativo del dominio, genial, del malagueño sobre la cúspide del arte: saber vivir? </p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"> La circunstancia de que sean innumerables los artistas que han nacido en Málaga, un asombroso filón de escultores, pintores, escritores, poetas..., y que, cada cual a su modo, hayan cantado a la vida, ¿es accidental o se ha debido al influjo que la ciudad ejerce en sus moradores?, ¿acaso son, al contrario, los artistas los que han configurado este especial modo de ser y de sentir de la ciudad, o es una perpetuada interacción, ya indisoluble?</p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman";font-family:";font-size:12.0pt;" lang="ES-TRAD" ><span style="font-family:times new roman;font-size:100%;"> <span style="font-size:100%;">Las diosas de la inspiración transitan por todo el Mediterráneo; pero, al llegar la noche, cuando baja la luna al mar, las musas eligen dormir en los jardines de Puerta Oscura. </span></span></span><br /></p><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><span style="font-family: "Times New Roman";mso-fareast-Times New Roman";mso-ansi-language: ES-TRAD;mso-fareast-language:ES;mso-bidi-language:AR-SAfont-family:";font-size:12.0pt;" lang="ES-TRAD" ><br /></span>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-31274125027323932002010-09-17T11:27:00.004+02:002010-09-17T12:18:53.990+02:00Fez, la telaraña de la clepsidra<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizCtllC_eaA3-WfDnnM_yJKfKDC0CyniZnlmvAMBGEuwlYfovV_ELu03H0L3zRY-2oxl3LTUVF_oKHhkBXMG8vF5Z_7EedPJn-Nv85AqaEc36gu7XXzSEXLtY3pNesqei5Jx69kJrYLGo/s1600/DSC_0106-2.jpg"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 212px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizCtllC_eaA3-WfDnnM_yJKfKDC0CyniZnlmvAMBGEuwlYfovV_ELu03H0L3zRY-2oxl3LTUVF_oKHhkBXMG8vF5Z_7EedPJn-Nv85AqaEc36gu7XXzSEXLtY3pNesqei5Jx69kJrYLGo/s320/DSC_0106-2.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5517824252799388258" border="0" /></a><br /><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--> <p class="MsoBodyTextIndent" style="">Cuando aludimos a lo mediterráneo nos referimos a un conjunto de civilizaciones, sucesivas o coincidentes, pero que cada una de ellas ha proporcionado un sedimento lo suficientemente enriquecedor, como para que la suma de sustratos dé como resultante lo que hoy denominamos “cultura mediterránea”. A ello, transformado ya en concepto indiscutible, recurrimos para definir unas determinadas formas de ser, de pensar y de sentir como actores y espectadores del paso de los tiempos; de vivir, en definitiva. </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Esta filosofía de vida supera sus costas, porque, si así no fuera, Córdoba, uno de sus focos más resplandecientes en el pasado, no pertenecería a ella y el hito físico que representa nuestro árbol sacro, el olivo, cuyo oleaginoso fruto es ungidor por taumatúrgico, no tendría razón como símbolo, como marca de su expansión. Habría dejado de jalonar la extensa y móvil frontera. Es absurdo siquiera pensarlo. Pero ¿hemos reparado en que a igual distancia del mar, en línea recta, se encuentra otra ciudad luminaria, Fez? ¿Predomina una sobre otra o, tal vez, sean espejos de una misma luz? Estas “polis”, como tantas otras, más o menos alejadas de las olas del Mediterráneo, puede que, a la par de motoras de cultura, tengan por destino ser torres vigías, reflectoras de terceras, con el azogue de hojas plateadas de los olivos que las circundan. Así, este mar, de arte encendido.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">No existen, entonces, por azar, sino como necesidad humana de sus lúcidos reverberos. Acaso, a Fez, tuviera que acabar de fundarla un santo: Idris II. Acabar, porque el padre de éste, Idris I, en el 789, ya se había asentado en la orilla este, la margen derecha, del río Fez, que dio nombre a la ciudad.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Idris I tiene un paralelismo curioso con nuestro Abderrahmán I, pues también él llegó al Magreb </span><span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="">y junto con un criado y amigo, </span><span lang="ES-TRAD">Rasid; tal como el omeya con su servidor, Badr</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">, </span><span style="">huyendo de los abasíes, que deseaban matarlo por la competencia que podía hacerles como descendiente del Profeta. La diferencia es que, en este caso, lo lograron y Muley Idris al-Akbar sólo pudo reinar sobre las tribus beréberes hasta el 791, asesinado por envenenamiento, de manos de un emisario del califa abasí </span><span lang="ES-TRAD">Harum al-Rashid, el de “Las mil y una noches”</span><span style="">. En esa fecha, a Idris II aún lo abrigaba el vientre de su madre. Lo extraordinario fue la fidelidad del amigo del progenitor, que ocupó la regencia.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Idris II tomó las riendas del poder en el 808, siendo muy joven; pero lo cierto es que él fundó un segundo núcleo de la ciudad, en la otra margen del río, a la que llamó al-Aliya. La población, de repente, se vio incrementada por parte de los cordobeses expulsados en la Revuelta del Arrabal, en el 814, y otras gentes procedentes de Qairuán (Túnez). Los primeros se establecieron en la orilla este, que desde entonces es conocido como el barrio de los andaluces, y los segundos, al otro lado, el barrio de los qairuaneses. De ahí el nombre de la famosa mezquita de </span><span lang="ES-TRAD">al-Qarawiyin.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">En la actualidad, al conjunto de estos dos primitivos sectores se le denomina Fez al-Bali (Fez la antigua), en contraposición</span><span style=""> a la que, más tarde y unida con la anterior por el sur, erigieron los sultanes meriníes, Fez al-</span><span lang="ES-TRAD">Jédid</span><span style=""> (</span><span lang="ES-TRAD">Fez la nueva), en la que se ubican el palacio real y la “<i>mellah</i>”, el barrio de los judíos. </span><span style=""></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="">Fez es una urbe amurallada. Y esto hay que entenderlo desde una doble perspectiva: la militar y la metafórica. En lo defensivo, porque en ella se reunía tal riqueza, que era necesario preservarla de la codicia que despertaba. ¿Qué monarca no querría adueñarse de una población que contaba, a finales del siglo XII, con 3.000 telares, 80 fuentes públicas, 93 baños, 72 salas de abluciones, 12 fundiciones y 11 fábricas de vidrio? Sin embargo, a pesar de la eficacia de esta protección, la ciudad guarda en su seno un temible cancerbero: su propio trazado, laberíntico, desorientador, de angostas callejas <span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span>muchas, sin salida: los adarves<span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span> que semejaran una gigantesca telaraña, ansioso el invisible monstruo por engullir al imprudente escuadrón enemigo que se atreviera a profanar su paz. No obstante, nada material está por siempre blindado; es en lo metafórico, como en el amor, en lo que la conquista forzada es impracticable. O se cede, o no penetraremos. Quien crea que puede aprehender el espíritu de una ciudad mágica, mítica y mística, con el impaciente ojo de un zarandeado turista, estará embalsando, ¡pobre iluso!, agua en sus manos. O nos rendimos, de entrada, y adecuamos nuestro ritmo al suyo, a sus cadencias, a su “tempo”, incluso adoptamos su desdén por toda precipitación con altivo menosprecio, aquella dignidad de los sultanes meriníes, o el secreto se custodiará a sí mismo, a salvo del más mínimo ultraje.<span style=""> </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Provistos de inexcusable serenidad, abierta la mirada y desembarazados de cualquier rastro de injustificable miedo </span><span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="">miedo... ¿a qué, a perdernos?, pero si venimos a eso, a perdernos para encontrarnos, si esto último es posible-</span><span style="font-family:Symbol;"><span style=""></span></span><span style="">, podremos gozar, ahora sí, del universo atemporal con que la vieja Fez nos regalará la inteligencia, el espíritu y los sentidos.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">El cinturón de piedra que rodea su perímetro, contiene más de una docena de puertas, que permiten el acceso desde múltiples direcciones; como una rosa de los vientos centrada en el corazón de la metrópoli. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">La entrada más común es la que, partiendo de la afrancesada ciudad moderna, nos hará cruzar Bab Lamar, la Puerta de las Armas, y encontrarnos con el barrio judío, la “<i>mellah”</i>, que deberemos atravesar, por su “<i>gran calle de los meriníes</i>” </span><span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="">los soberanos que tenían bajo su directa protección a los judíos</span><span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="">, a modo de preámbulo, de suave inmersión, porque ahí se inician los vivos gorgoteos de la medina. Antes de continuar, es conveniente desviarnos por una calle, a la derecha, y hacer una parada en la sinagoga de Ibn Danan, abierta a los visitantes, bastante bien conservados los anchos zócalos de madera y en la que todavía lucen sus numerosas lámparas, de distintos materiales y formas. En un lateral de la sala está situada la “<i>tebá”</i>, el lugar, levemente elevado, que hace las funciones de un púlpito y en el que el oficiante hace la lectura de los textos litúrgicos. Su curiosa decoración de arcos, culmina con un armazón de varillas metálicas en forma de cúpula oriental. En la tradición sefardí, la “<i>tebá</i>” está colocada en el centro de los fieles, frente al “<i>hejal</i>”, el arco orientado a Jerusalén donde se guardan los rollos sagrados.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Volviendo a la arteria principal desembocaremos en Bab Semmarine, puerta por la que ingresamos en la calle comercial de mayor longitud y anchura de la Edad Media, hoy denominada avenida de Muley Slimane. Antiguamente, el mercado junto a la puerta albergaba los silos de la ciudad. A lo largo de la calle hallamos dos mezquitas: la “al-Hamrá” </span><span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="">la roja-</span><span style="font-family:Symbol;"><span style=""></span></span><span style="">, que no exhibe ese color, sino que su nombre se debe a la leyenda que atribuye su fundación a una mujer roja, y la “al-Beida” </span><span style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="">la blanca-</span><span style="font-family:Symbol;"><span style=""></span></span><span style="">. Al finalizar la extensa avenida, bordeando los muros de palacio, saldremos a una zona de amplios espacios y jardines. Las tapias del colegio Muley Idris, ahora, nos guiarán hasta la puerta que buscamos para introducirnos en la antigua medina.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Bab Bujlud fue construida en el siglo XII, por los almohades. Consta de tres vanos frontales, dos laterales y uno central de superiores proporciones. Los tres acaban en arcos de herradura apuntados. Lo más característico de esta puerta es que la decoración del alfiz se compone de pequeños azulejos en azul cobalto, el color de Fez, a la entrada, y verde a la salida.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">Claro que, la verdadera particularidad de Bab Bujlud no es de índole artística o constructiva, sino la de ser un pasadizo con la cualidad de trasladarnos a otras épocas. La riada humana, con la que de inmediato tropezamos, atrae como el rápido caudal de un río que, contemplado con fijeza, magnetiza y despierta el vértigo de consentirnos, de dejarnos absorber por la corriente. Pero no es ésta la que seduce; es la perfecta armonía del movimiento, fascinador trasunto del tiempo. Y es que, estas sarmentosas callejas, son alígeros afluentes del río de la vida. De esta suerte, el efecto de que, aquí, tiempo y movimiento se confundan. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">La insulsa homogeneidad transatlántica que invade Europa, disfrazada de funcional modernidad, se enfrenta en la medina fesí con su extremo opuesto. Todo lo que no sea fecunda multiplicidad, podría decirse que no tiene asiento en esta burbuja heterogénea. Las casas, por ejemplo, con sus diferentes alturas, anchuras, tonos de las fachadas, portales, incluso puertas; algunas enormes, otras medianas, de madera labrada y magníficos aldabones, junto a casitas humildes y de entradas diminutas, por las que el observador infiere que los moradores de éstas bien pudieran ser liliputienses. En</span><span lang="ES-TRAD"> los ciudadanos, </span><span style="">l</span><span lang="ES-TRAD">a variedad de atuendos, de colores y listas de las chilabas, de gorros, de babuchas o los diferentes tonos de piel y ojos, que no ocultan las amplias capuchas de los albornoces, obedece al mismo canon de pluralidad.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Comienza el laberinto con una encrucijada. Podemos elegir entre la Tala’a Saghira, “la cuesta pequeña”, o la Tala’a Kabira, “la cuesta grande”. Ambas conducen al centro de los latidos de este organismo vivo; pero, en la segunda, aguarda una de sus maravillas. Es el momento de integrarse al incesante hormigueo de compradores, vendedores, simples curiosos, viajeros, turistas </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">que no son equivalentes-</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style=""></span></span><span lang="ES-TRAD">, artesanos y mercaderes, que vocean su mercancía, excepto cuando maldicen a los inevitables pilluelos que corretean, alocados, y que no siempre consiguen esquivar el violento encontronazo con ellos. Un aluvión de almas entre las mínimas tiendas </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">dispuestas a ambos lados de la calle-</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style=""></span></span><span lang="ES-TRAD">, que avanza, estrepitoso, en corrientes opuestas, del que únicamente logran sobresalir los gritos de los muleros, que avisan, con sus clásicos “¡balêk!, ¡balêk!”, para que se aparten los transeúntes de su paso. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Enseguida encontramos la sorpresa que nos esperaba: la madrasa Abu Inania, en el lateral derecho de la calle, y las ruinas de su clepsidra, enfrente. Tanto una como otra fueron mandadas construir entre 1350 y 1357 por el sultán Abu Inan Faris y estaban comunicadas. La madrasa es una escuela coránica que contiene una mezquita. Gracias a que está permitido visitarla, disfrutaremos de su belleza.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">En al-Ándalus ya hubo un precedente de esta clepsidra, la que ideó Abu Ishaq Ibrahim ben Yahyá al-Naqqas (el hijo del cincelador), conocido como Azarquiel por sus ojos azules (zarcos)<a style="" href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=3211286864808871821&postID=3127412502732393200#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="">[1]</span></span></a>, en la taifa toledana de al-Ma’mun, aproximadamente unos 300 años antes. El reloj del cordobés, afincado en “Tulaytula”, marcaba las horas y los días lunares. Por desgracia, Alfonso VII mandó que se desmontasen los dos estanques de que constaba, con la intención de averiguar su funcionamiento, pero el judío que se atrevió, Hamis ben Zahara, no supo montarlos de nuevo.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">El sistema de un reloj, de estas características, está fundamentado en dos cuestiones: un recipiente medido y un flujo constante de agua. De la perfección con que se lleven a cabo estas dos condiciones, dependerá la exactitud del reloj. Ese es el punto de partida, pero, naturalmente, a mayor complicación, mayores posibilidades.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">El artificio hidráulico, de Fez, fue fabricado por Abu al-Hasán ben Alí Ahmed y ocupa un pequeño edificio, Dar al-Magana (la casa del reloj), con 12 ventanitas y un ancho alero de protección. Cada hora se abría una de las ventanas y caía una bola metálica a un cuenco de bronce, dando aviso del tiempo transcurrido. Se supone que el sistema era parecido a los de Toledo y Damasco. A grandes rasgos, un peso que flotaba en el agua de un recipiente se hundía, junto con la superficie del líquido, a medida que éste se desalojaba de manera constante. El peso estaba unido a una cuerda, en cuyo extremo había un contrapeso, que tiraba de un carro y ponía en acción las puertas de las ventanas y las bolas, haciendo caer las esferas sobre los cuencos.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">De su correcto funcionamiento se hacía cargo un responsable, al que designaban, por su oficio, con el nombre de “muwaqqit”. Es presumible que la comunicación de la clepsidra con la madrasa fuera, precisamente, para efectuar su mantenimiento. En la actualidad, se procede a la restauración del ingenioso mecanismo.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">En contraste con el austero arte de la dinastía anterior, la almohade, la madrasa meriní de Abu Inania tiene profusamente decorado el interior de sus muros. Todo en ella es magnificencia. Ya la describió, admirado, León el Africano. Se trata de un edificio de dos plantas, con un patio rectangular, en cuyo centro se aloja una fuente de mármol, baja y circular, de respetables dimensiones. Tres galerías ocupan sendos laterales, donde se hospedan los estudiantes, y en el cuarto, paralelo al de entrada, está instalado el oratorio, con su mihrab, la hornacina que señala la dirección de la Meca. Esta sala, techada, pero con arcos abiertos al patio, se usa en ocasiones como aula y los viernes como mezquita, peculiaridad, esta última, tan excepcional, que sólo se da en esta madrasa. Aunque, lo que impresiona es saber que Ibn al-Jatib e Ibn Jaldún impartieron sus clases, seguramente, en un almimbar </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">el sillón, por lo general de madera noble, con peldaños, desde el que el imán pronuncia la “jutba” (el sermón)</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">, similar al que posee.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">La inefable carga de cultura, más de seis centurias horneando aplicados discípulos que, al cristalizar, difundían la erudición, la sabiduría, aprendida de sus maestros, como se expande el perfume de los jardines mediterráneos, había de tener su contrapartida corpórea. Las ciencias, las matemáticas, la geometría, la filosofía, la música, ornamentan las paredes, excesivas de estrellas; los suaves arcos cuajados de mocárabes, el cedro tallado de celosías, ventanas y techumbres, conciertan insólitos mapas de abstracción, portentosas sinfonías de simetrías sonoras, áureas láminas que simultanean lo efímero y lo eterno con la sutilidad de que dispone, tan sólo, lo sublime. En secreto, la luna llena y el arrocabe pugnan por asomarse al patio, mientras la fuente deja fluir su tenue risa, de plata interminable.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Durante siglos, largas caravanas de camellos y dromedarios atravesaron las distintas puertas de la ciudad, según el lugar de donde procedieran. Las venidas de los puertos del norte entrarían por la Bab Sidi Bujida, conocida en la antigüedad como Bab Abi Sufian; las del este, por la Bab Khokha; más al sur, Bab </span><span style="">al-</span><span lang="ES-TRAD">Jédid, cruzado el puente de Lakbira; o, en función del fondûk al que se dirigieran, la que mejor se adaptara a su camino.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Una vez en el fondûk o caravasar, donde se hospedaran, los animales eran descargados y guardadas las mercancías en los almacenes, que permanecían cerrados y celosamente vigilados. De estos establecimientos, es </span><span style="">muestra el fondûk en-Nejjarin, en la plaza del mismo nombre, si bien ahora está destinado a museo de artes y oficios.</span><span lang="ES-TRAD"> A los mercaderes, a los viajeros, se les albergaba en la planta alta. Las cuadras, en la de abajo, junto con los depósitos de mercaderías, alrededor de un patio central en el que había un abrevadero. Más tarde, los productos eran transportados a los diferentes zocos, a lomos de mulos y asnos, que circulaban con más soltura, que los imponentes camélidos, por las estrechas vías.</span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style=""><span style="" lang="ES-TRAD">Estos zocos, o mercados, estaban agrupados por oficios </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="" lang="ES-TRAD">y así continúan, como en época medieval</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span style="" lang="ES-TRAD">, con sus propias normas y representantes. De modo que aún podemos contemplar, y comprar en ellos, claro, el zoco de las babuchas, el de los tejidos, el de los carpinteros, en el que queda algún artesano que utiliza la técnica del torneado sobre maderas nobles, como se hacía antaño; el de las lanas, el de los perfumistas, los especieros, con su ingente variedad de especias en montoncillos ocres, rojos, amarillos... sobresalientes, como minúsculas colinas, de los sacos en que las apilan y que exhalan una </span>densa<span style="" lang="ES-TRAD"> atmósfera de aromas, un delicioso paraíso sensorial; el de los tintoreros, que tiñen las madejas de lana y las cuelgan luego, a secar, sobre cuerdas tendidas en las calles, de pared a pared.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Tapiceros, ferreteros, caldereros... todos hay que visitarlos, pero es imprescindible ver las tenerías, donde se curte y se baña el cuero en tinturas extraídas de sustancias naturales, a pesar del desagradable hedor que nos asaltará, proveniente de las tinas, sobre las que se vierten aceites combinados con excrementos de palomas, para que las pieles ganen dureza y resistencia. Presenciar la labor de estos operarios, en las tenerías, incita el deseo de vomitar por la insufrible fetidez que brota de las pozas, las <i>qasriyya</i>, pero la multitud de colores de los pilones evoca un inmenso y abigarrado muestrario de acuarelas.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Quizá la solución para compensar la agresión olfativa sea acudir por la tarde a un baño, el <i>hammam</i>, porque las mañanas están reservados a las mujeres. Una nota más de la cultura mediterránea, ya que el baño es una herencia romana, los <i>thermae</i>, incluso en la disposición de sus salas, idéntica a la de los antiguos: el <i>frigidarium</i>, la sala fría; el <i>tepidarium</i>, la tibia; el <i>caldarium</i>, la caliente, y el <i>apodyterium</i>, los vestuarios. </span><span style=""></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span style="">El hammam no se limita a ser un recinto para el aseo, aunque su objetivo primero sea la higiene personal; es un lugar social, de encuentro, de charla, que contribuye a crear lazos afectivos en el terreno de lo amistoso y de lo familiar por medio del contacto físico, algo que hemos perdido en Europa. El padre baña al hijo y el hijo al padre; el amigo enjabona y frota la espalda del amigo, y éste, en reciprocidad, le devuelve el servicio. Después de la relajación, fruto de un tonificador baño, seguido del minucioso y reparador masaje con aceites, ¿qué otra cosa puede superar a una sabrosa conversación, mientras se paladea un</span><span lang="ES-TRAD"> té verde a la menta y se inhalan balsámicas fragancias de plantas aromáticas?</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">Fez sabe de placeres, como lo demuestra el refinamiento de su cocina, por cuya gastronomía, el país entero, es famoso en el mundo. La cantidad de platos de entrada solamente es comparable a su calidad. El contraste de sabores es la clave, porque nuestras papilas se deleitarán detectando los tipos básicos de sabor que, delicadamente, destacan en cada entremés. Luego viene la sopa <i>harira</i> o la <i>chorba</i>, antes del <i>cuscús</i> o del pescado, si no nos hemos decidido por el cordero asado en horno de leña. La lista es larga, pero baste decir que tras cualquiera de los que elijamos, comparecerá el recreo de la miel sobre los pastelillos, casi macerados en ella; el galanteo de las almendras o aquellos de nombre tan seductor como <i>cuernos de gacela</i>.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">La duda de si viajamos o peregrinamos, que, sumergidos en la población, surge conforme nos sentimos parte de ella, no debe hurtarnos el pensamiento ni el espíritu, acaso menoscabados por los sentidos. Todo ha de estar alerta en este bosque de egregios alminares de mezquitas, desde donde el muecín llama a la oración. Alminar significa “el lugar de la luz”, y a ella indirectamente invoca, la que el creyente debe alcanzar en su corazón, abandonado en Dios. El muecín, en lo más alto de la torre, canta </span>-<span lang="ES-TRAD">que es una forma de apelar-</span><span lang="ES-TRAD"> al cielo, para que acuda el hombre, su criatura terrena, y se cierre ese círculo paradójico que </span><span style="">anhela la vuelta a la Unidad</span><span lang="ES-TRAD">. Estos venerables minaretes, que se alzan verticales, paralelos, y confluyen en el firmamento, esbeltos como obeliscos, parecieran, o se intuyen, sensibles filamentos conductores de la luz de la sabiduría, absorbida por ellos del pasado, de la historia, del cielo y hasta del viento del mar y del desierto. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">De tales premisas ¿no habría de ser al-Qarawiyin su materializada conclusión? En esta gran mezquita convergen, como sucedió en la de Córdoba, devoción y cultura; sólo que, como universidad, es la más antigua de occidente. De todo occidente. Está flanqueada por cuatro madrazas que aparentan escoltarla: Cherratin, Seffarin, Misbahiya y al-Attarin. No podemos cruzar ninguna de las 16 puertas de entrada, porque no se autoriza la visita a los no musulmanes, pero sabemos que cuenta con 270 columnas y que tiene cabida para 22.000 fieles. Unos dicen que se construyó en el 857 y otros en el 859; no obstante, sobre lo que no hay vacilación es de que se hizo a expensas de la qairuaní Fátima al-Fihri.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><span lang="ES-TRAD">La mezquita ha sido ampliada y restaurada por varios sultanes a lo largo de su dilatada existencia, para adecuarse a las necesidades que se han ido generando, como edificio en el que concurren oratorio y universidad. Su biblioteca supera los 30.000 volúmenes, de los que un tercio son manuscritos muy antiguos. Frente a una de las puertas de al-Qarawiyin, Bab Chammain, Abu Inan levantó una torre consagrada al estudio de las estrellas, un observatorio astronómico, separada de la universidad aunque complementaria a ella, desde la que también se daba la alarma si se declaraba un incendio. Ahora está cerrada, pero está previsto que se convierta en un museo, el de los astrolabios.</span></p> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size:180%;"><span style=";font-family:";font-size:100%;" lang="ES-TRAD"> Madrazas, alminares, mezquitas, baños, mercados... es irremediable, por fortuna, que resuenen ecos de Córdoba y Granada, de Estambul, Bagdad o Samarcanda. Sin embargo, esta ciudad que plasma en estuco y cedro las ansias de hermosura de los habitantes, súbditos de su belleza, es tan singular que está investida de aura, que exuda un prodigioso vapor que la preserva y la atesora. Una ciudad donde, desde los angostos espacios de sus callejas -la telaraña-, el tiempo lo marca una clepsidra. No importa que, arruinada, desapareciera. Las pulsaciones de esta telaraña se adaptaron a perpetuidad a su cadencioso ritmo, el de la frescura del agua. Una ciudad de la que los tunecinos, con razón, dijeron: "<span style="font-weight: bold;">Allah conceda el paraíso a los fesíes, y a nosotros Fez</span>". </span><span style="font-size:130%;"><span style=";font-family:";font-size:12pt;" lang="ES-TRAD"> </span></span></span></div> <div style=""><br /><hr align="left" size="1" width="33%"> <div style="" id="ftn1"> <p class="MsoFootnoteText"><a style="" href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=3211286864808871821&postID=3127412502732393200#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span lang="ES-TRAD"><span style="">[1]</span></span></span></a><span lang="ES-TRAD"> Porres Martín-Cleto, Julio. “Historia de Tulaytula”, Editorial Ledoria, 2004.</span></p> </div> </div>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-57408734366453930482009-07-07T13:49:00.002+02:002009-07-07T14:02:11.229+02:00La Alhambra, estática nave del esplendor<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs-kRb3wrql6axX49ZL04XoF4Zo75oNSD2whA3TKjyGbA2dJEY3UKdoBU6OuM7bS-cKDN2Y_3DRU-I6HKANahAJQLM_kNUtjTrSNEOkL6-C67FswB9z8uLCEdxpXpDk87JiWF9c4239Qg/s1600-h/Estática+nave.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 159px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs-kRb3wrql6axX49ZL04XoF4Zo75oNSD2whA3TKjyGbA2dJEY3UKdoBU6OuM7bS-cKDN2Y_3DRU-I6HKANahAJQLM_kNUtjTrSNEOkL6-C67FswB9z8uLCEdxpXpDk87JiWF9c4239Qg/s320/Estática+nave.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5355687255094642034" /></a><br /><div align="justify">Por José Manuel García Marín</div><div align="justify"></div><div align="justify"> Hay actos que no requieren una previa disposición de nuestra parte; menos de los que pensamos, sin duda, pero aceptaremos que no se necesita una actitud especial para entrar -pongamos por caso- en una galería comercial, un estadio o en un super-mercado. Sin embargo, incurriríamos en un grave desacierto, si adoptáramos la misma conducta, al visitar aquellas obras que el hombre ha erigido como monumentos a lo más venerable de sí mismo, a lo sagrado.<br /> Es cierto que es difícil escapar a la influencia del apresuramiento en que vivi-mos, pero merece el esfuerzo evitarlo, porque la vorágine de premura constriñe nuestra mirada a un mero examen, un sencillo ojear, e impide toda contemplación. ¿Podemos adentrarnos en ese Arca de Noé de la Historia, que es la Alhambra, con tal ligereza? ¿Es admisible subir a bordo de esa nave que tiene un bosque por mascarón de proa, dedicán-dole uno sólo de los sentidos?<br /> La ausencia de ceremonia, aquí, trivializa el alcance de sus finalidades y se torna irrespetuosa, insolente. Claro que, transgredir la norma, lleva implícito el castigo: no escucharemos su latido, ni sus ritmos, ni percibiremos sus armonías. Debemos ajustarnos, primero, a lo cronológico y comenzar por la fortaleza, que no es más que eso, pero que muestra orgullo de adarves, de almenas y de alturas que proclaman, desde la Torre de la Vela, el dominio de una urbe cuyo fuego, elemento al que pertenece esta Granada, únicamente atemperan las cumbres nevadas de la vieja Sulayr. Sin embargo, es en esta alcazaba, conforme finalizamos el paseo por el adarve de la muralla, donde -ya se sospecha aquí, acaso se presiente o se huele- tendremos el primer encuentro con el agua de fuentes y alfagras. El agua, esa estola cristalina de su femenino atalaje con que se ciñe, hermoseada de resplandores, de oscuros fulgores en las umbrías o de meteoros de plata cuando, de la luz, exige, inapelable, su feliz desposamiento. <br /> Después, atravesada la Puerta del Vino, accederemos al núcleo del conjunto: los palacios. Este es el lugar donde nos desproveeremos del incómodo ropaje de las prisas, por no vulnerar la gracia de la dilación, de la serenidad, que impone el refinamiento con que fue soñada, más que proyectada; creada, más que construida, con la inaprensible delicadeza de un jirón de niebla. Por tanto, lejos de irrumpir, conviene deslizarse al primero de ellos, el Mexuar, en el que se impartía justicia, a veces, por el propio soberano. Al fondo, un oratorio con una hornacina que hace las veces de mihrab, y que marca la orientación de la quibla. Presente, entonces, la justicia divina, por encima de la del sultán. <br /> El trono, en las ocasiones en que presidía el más alto rango de la realeza, se instalaba encima de las tres gradas del Patio del Cuarto Dorado, entre dos puertas y delante del muro más ornamentado de la Alhambra, para advertir de la categoría de quien, en este caso, la administraba. Dos puertas, una verdadera y otra falsa. Para confundir al enemigo, dicen; pero eso no es más que una lectura prosaica. En realidad es una metáfora de que la verdad y la quimera comparten igual sustancia, ¿o es que tan enceguecidos andamos, que no vemos corvetear, en gloriosa algazara, micras de oro en los corpúsculos del aire? Mientras, un mínimo surtidor germina, insinuando rumores de alabanza.<br /> De la discreta penumbra de los pasillos que, en recodos, nos conducen al segun-do palacio, el de Comares, surgimos al Patio de los Arrayanes, donde la cegadora luz hostigará sin piedad nuestras pupilas. Y es que ésta es una advertencia material -la oscuridad es a la luz, lo que la ignorancia es al Conocimiento- de que el protocolo es ineludible, porque, si lo incumplimos, se repetirá, en lo espiritual, idéntico efecto des-lumbrador en el Salón del Trono. <br /> La mansedumbre de la alberca, sobre la que no se vierte el líquido de sus fuen-tes, sino que con suavidad se deposita, para no provocar ondas, acapara la atención del visitante. En el acuoso espejo se refleja la imponente torre, representativa del poder terrenal, y el cielo, imagen del divino. Una y otro concurren en el fluido recipiente, con el propósito de anunciar la alta dignidad de la estancia en que ambos poderes se reúnen, acreditando, de este singular modo, la autoridad del monarca. Luego si se trata de una cámara sagrada, como atestiguan sus medidas, de proporciones áureas, acataremos el ritual, destinando unos momentos a admirar la curiosa bóveda de barca invertida de la Sala de la Barca, antesala de compensación de opuestos, preparatoria, a fin de atravesar las tinieblas del desconocimiento hacia la luz de la sabiduría, sin que el relámpago encandilador de ésta pueda confundirnos y haga incomprensibles, para nosotros, los secretos de una cúpula cósmica. Cósmica, sí, cuajada de estrellas; pero también mística, en la que está contenida la imagen de los siete cielos, y un octavo, la cupulina, que es el trono de Dios. <br /> Para quien no ve, pues sólo mira, pasarán desapercibidos -insertos en las diagonales del techo, de base cuadrangular- los cuatro árboles del paraíso musulmán, cuyas raíces se hunden en el séptimo cielo, donde se inician; el tronco atraviesa otros cinco y las copas descienden hacia el más terrenal: el primero y más próximo al espectador. <br /> En toda la Alhambra, la arquitectura y el encaje labrado de sus muros son cómplices de los poetas áulicos, para mostrar su inefable legado. De esta manera, la síntesis del pensamiento, volcada a palabras, queda grabada en las paredes, si bien aquellos conceptos o abstracciones intraducibles, que trascienden la razón, judíos, musulmanes, cristianos, siempre orientales, pero con la especial capacidad andalusí de arracimarlos en sublime eclecticismo y añadirles la propia creatividad, el genio de la tierra, son expresados mediante símbolos, en su mayoría geométricos, de los que los azulejos son su principal vehículo. La multitud de variantes que se inician en estrellas de ocho puntas, constituye un auténtico alarde del dominio de los cuerpos geométricos, de los volúmenes y de las matemáticas. Desde las fajas, desafiantes, provocan ser descifrados, plasmados en un entramado sin fin, un caleidoscopio inagotable, desde el que asaltan planos en tres dimensiones, cuando se les suponía dos, no obstante unidas, las estrellas, por líneas que se entrecruzan. Tal vez infinitos los senderos. ¿O es una que las circunda a todas, mos-trando el camino de regreso a la Unidad, de donde partimos? Y es que los azulejos son un trampantojo que oculta, con la seducción de la belleza, la sabiduría, indigna de aquél que desatiende.<br /> Asumido el requisito de interpretarlos o, al menos, con espíritu receptivo, abordaremos el tercer palacio, el de los Leones, configurado en torno a los cuatro jardines que disfrutará el creyente, cuando se libere de la grosera materia: el Jardín del Corazón, el Jardín del Espíritu, el Jardín de la Esencia y el Jardín del Alma, bordeados por cuatro ríos, que delimitan aquellos, y que manan de las fauces de los doce leones, animales solares, de la fuente de su centro. Otra vez el fuego. De nuevo el agua. Dos elementos contrarios de los que brotan el calor y la vida. <br /> En el patio observamos la exactitud, la racionalidad, la perfecta ordenación de las columnas; hasta que, de repente, descubrimos que estamos, quizá, en trance hipnótico, y que éstas forman una falsa simetría, que el espacio es menor de lo que juzgamos a simple vista, como si se dilatara y contrajera a voluntad; que, acaso, las masas no necesiten ser sustentadas. Incluso, es posible, que los fustes sean marfileños, más que marmóreos. Nada es lo que parece. La especulación de las sensaciones, los vislumbres de universos infinitos en la Sala de los Abencerrajes, el éter derramándose en la Sala de los Reyes, la música de las esferas en la de las Dos Hermanas, el Mirador de Lindaraja, que propicia el desvarío de las pupilas. Todo, en fin, en este ilusorio lugar, provoca la locura, el delirio, la enajenación, el desconcierto de nuestras convicciones, el estallido de las certidumbres. Sólo puede librarnos del caos la salvadora brújula, el compás orientador de la Fuente de los Leones, que señala los puntos cardinales de nuestro interior. Pero ¿y ese júbilo que nos inunda? <br /><br /> «Jardín soy yo que la hermosura adorna;<br /> sabrás mi ser si mi hermosura miras...»<br /><br /> Es hora cumplida de saborear, ensimismados, el frescor de los surtidores del Generalife en el Patio de la Acequia, acudir al encuentro de las deliciosas alfombras de arabescos de los arriates previos al Patio de la Sultana, escuchar el alborozo del agua, en los múltiples caños de los jardines altos, y subir por la iniciática Escalera del Agua, atentos a su eterna sinfonía.<br /> Nada nos resta, tras el Paseo de las Adelfas, más que salir en silencio. El silencio a que nos obliga la dulce embriaguez de las oscilaciones originadas por el transcurrir de olas de siglos, porque ¿qué hace un barco varado en lo más alto de la ciudad, sino navegar sobre piélagos de tiempo? <br /><br /><br /></div>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-19329907138304574032009-04-08T10:57:00.003+02:002009-04-08T11:03:53.714+02:00La espada de Miramamolín<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTuf2yo3WZKvy63eb7CsqcLO4_Vq6r3Ajq1DtEDGLN34O1uM0kXZCJ3BBuhdkLC7fKvCjjqhLlhtf-r3sLrlcD9_OhEYlb8Pg-kmK9v9QjcDs7maZNjV_rNUuI_UZimsHD3J7QuVyPEzE/s1600-h/La+espada+de+Miramamol%C3%ADn.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 216px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTuf2yo3WZKvy63eb7CsqcLO4_Vq6r3Ajq1DtEDGLN34O1uM0kXZCJ3BBuhdkLC7fKvCjjqhLlhtf-r3sLrlcD9_OhEYlb8Pg-kmK9v9QjcDs7maZNjV_rNUuI_UZimsHD3J7QuVyPEzE/s320/La+espada+de+Miramamol%C3%ADn.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5322242619264578722" border="0" /></a><meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 9"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 9"><link rel="File-List" href="file:///C:/DOCUME%7E1/Jose/CONFIG%7E1/Temp/msoclip1/01/clip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Font Definitions */ @font-face {font-family:Aldus; panose-1:2 0 5 3 8 0 0 2 0 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:auto; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-2147483609 0 0 0 1 0;} /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:ES-TRAD;} p.MsoBodyTextIndent, li.MsoBodyTextIndent, div.MsoBodyTextIndent {margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; text-align:justify; text-indent:15.05pt; line-height:16.0pt; mso-line-height-rule:exactly; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.5pt; mso-bidi-font-size:12.0pt; font-family:Aldus; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:595.3pt 841.9pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:35.4pt; mso-footer-margin:35.4pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">En estos momentos, en los que la crisis económica flamea amenazadora y victoriosa y parece amargar cualquier orden de la vida, es necesario evadirse echando mano de placeres como el de la buena literatura, uno de los mejores, duraderos y baratos que conozco. Por fortuna, aún hay escritores que escapan al simple entretenimiento, capaces de narrar una historia con enjundia en el contenido y sabor en la palabra. Este es el caso de Antonio Enrique quien, con esa reconocida calidad suya, nos brinda ahora un nuevo título: «La espada de Miramamolín», publicado en Roca Editorial.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">El personaje principal de esta novela histórica, don Carlos Fernando de Austria, hijo natural de Felipe IV y, por tanto, hermanastro de Carlos II «el hechizado», relata sus días desde el instante en que es enviado (exiliado, en realidad) a Guadix, con un acta de canonjía seglar por designación regia, en compañía de su hija, Mariana; ocasión ésta en la que el rey le regala la espada con que jugaban en la infancia, justo antes de su partida. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">A través del canónigo se describe todo el paisaje de la época, tanto del Alcázar de los Austrias, con una Corte poblada de personajes extraños, comenzando por el propio monarca, en un ambiente enrarecido por las intrigas y el consumo de láudano, como el de Guadix, poderosa sede episcopal, donde se acumularon fuerzas clericales para estrangular las esperanzas moriscas de aquellas tierras, con el beneplácito y cooperación de la retorcida sutileza inquisitorial.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">Del rey hechizado, el autor, a base de profundizar en el estudio de los innumerables datos con que se ha documentado, elabora un perfil psicológico estrechamente unido al físico, del que ofrece tan detallada relación que se hace inevitable la aparición de su figura, de su imagen viva, en la mente del lector, con independencia de la voluntad de éste. Y es que, como Antonio Enrique asevera: «<i>La atmósfera </i></span><span style="font-size:100%;"><i><span style=""><span style="">-</span></span></i><i><span style="">el sabor, el entorno, el olor</span></i><i><span style=""><span style="">-</span></span></i><i><span style=""> es imprescindible; si no, es leer en crudo. Hay que ‘instalarse’ en el pasado...</span></i></span><span style="font-size:100%;">». De este modo viene a lograr, cuando se le antoja preciso, que determinadas escenas huelan a cortinajes de terciopelo añoso, a tapices, alfombras y a cámaras y antecámaras poco o mal ventiladas; que se llegue a sentir la pesantez del aire palatino, a cuya densidad no sólo se refiere, sino que compara con un espíritu viviente.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">La novela, además de la estructura propia de su género, contiene un detonante, un contraste y un eje de simetría. El detonante es el argumento que le sirve de base: la ocurrencia de repetidos episodios en los que se escucharon lamentos o gritos en campo abierto y que, al acudir las gentes, nunca se encontró a nadie. Es conveniente advertir que estos sucesos están recogidos en el Archivo Histórico Nacional y que, dado lo inexplicable del fenómeno, el Santo Oficio sospechó que se debía a moriscos recalcitrantes, que volvieron tras la expulsión. Averiguar el asunto es el difícil papel del personaje principal.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">El contraste está representado por la ensambladura de extremos que se dirían contrarios y que son, sin embargo, convergentes. Irenea, la jovencísima hija de Azucena, la sirvienta, llamada también la «hija del querubín», pequeña, morisca, aniñada y de baja condición social, con el canónigo, mayor y de sangre real, en sublime y casta simbiosis. Una relación quimérica que, precisamente por ello, despierta inquietud e interés.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">El eje de simetría, en imaginaria presencia, se asienta sobre el paralelismo de lo acústico de los lamentos ilocalizables, equiparado con la mirada del espejo de «Las meninas», de Velázquez, cuadro en el que el autor se detiene para subrayar la trascendencia del punto de fuga y la amplitud de la circunvisión del pintor, capaz de contener al espectador. Los gritos no se dan donde suenan, y, en el espejo, los personajes están fuera del lienzo. Acaso pudiéramos considerar este brillantísimo recurso, como una respuesta literaria a la plástica del famoso cuadro.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;">Como consecuencia del espléndido dominio de los elementos de fondo: ropajes, calzados, muebles, alimentos y usos, seglares o eclesiásticos, del siglo XVII, unido a su magnífica prosa cincelada, si es importante lo que relata, tanto o más es cómo lo relata. Por dichas razones, «La espada de Miramamolín» no es un libro para leer en el avión; es una novela de viejo sillón de cuero con orejas, despaciosos sorbos de buen coñac en copa caliente y gruesos leños ardientes en la chimenea, sumidos, plácidamente acomodados, en la elegancia de la lentitud.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 22.7pt; line-height: normal;font-family:times new roman;"><span style="font-size:100%;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<br />
<br />Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-90353747559742371382009-03-15T10:59:00.003+01:002009-03-16T09:06:47.878+01:00El puente "IKEA" de Córdoba<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhU7b7Bwpwnu6fGFCUPrxeOenr7-43kI5hNWvvHikm8TC8ien370b2H4JojHAj_rTixKo49dyWK7879fkdihFsmhqRAxWXiojNpjAbCFzbopgEODQAdKEoWAiHhIfSxjespHrFRwqgdGJA/s1600-h/puente-moderno.thumbnail.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 320px; height: 244px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhU7b7Bwpwnu6fGFCUPrxeOenr7-43kI5hNWvvHikm8TC8ien370b2H4JojHAj_rTixKo49dyWK7879fkdihFsmhqRAxWXiojNpjAbCFzbopgEODQAdKEoWAiHhIfSxjespHrFRwqgdGJA/s320/puente-moderno.thumbnail.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5313355554714553234" border="0" /></a><br /><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:times new roman;">Informe de ICOMOS sobre el puente romano de Córdoba. Como puede leerse al final del mismo, se conmina a las autoridades en general a que se comuniquen futuros proyectos <span style="font-weight: bold;">antes</span> de que se comiencen las obras, y no cuando éstas están ya muy adelantadas y <span style="font-weight: bold;">no</span> <span style="font-weight: bold;">tienen solución</span>. Este informe, sobre la barbaridad realizada en dicho puente, hecho con posterioridad, trata de defender la estupidez con argumentos peregrinos, quizá para apaciguar la indignación ciudadana de los cordobeses (aunque no es necesario ser cordobés para indignarse), que han visto cómo un símbolo de su patrimonio (que es de todos) ha quedado convertido en un monumento a la idiotez y al mal gusto.<br />El informe puede leerse en este vínculo:<br /><a href="http://media.grupojoly.com/0000023500/0000023552.pdf">http://media.grupojoly.com/0000023500/0000023552.pdf</a><br /><br /></span></span>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-13801109665604700262008-06-27T08:07:00.010+02:002008-06-27T09:27:14.983+02:00Crítica en La Opinión de Granada, por Carlos Navarro<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYL7X5YmoTkR0VaLmQfvPiUOf-znBwQHa7bAtuvrstBruMlSASVijp_vvDvU2OZppsRsMMqBntA28puV26Z1nm_fzwbV3Y8OrGclKm7lxz-8NrjSzDvOX5Lj3VvYwmOOUR8qTZxgOYuls/s1600-h/Portada+de+la+escalera+del+aguaicono.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5216440503159407698" style="FLOAT: right; MARGIN: 0pt 0pt 10px 10px; CURSOR: pointer" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYL7X5YmoTkR0VaLmQfvPiUOf-znBwQHa7bAtuvrstBruMlSASVijp_vvDvU2OZppsRsMMqBntA28puV26Z1nm_fzwbV3Y8OrGclKm7lxz-8NrjSzDvOX5Lj3VvYwmOOUR8qTZxgOYuls/s320/Portada+de+la+escalera+del+aguaicono.bmp" border="0" /></a> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.7pt;font-family:Arial;font-size:100%;" >Sábado, 7 de junio de 2008 <b>La Opinión de Granada</b></span></p><p class="Style2"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.75pt">La magia de la Alhambra<?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></span></b></span></p><p class="Style2" style="MARGIN-BOTTOM: 7.2pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >Después del triunfo alcanzado con 'Azafrán', el escritor malagueño José Manuel </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.25pt;font-size:130%;" >García Marín se propone en su nueva novela transmitir, a través del </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >minucioso recorrido por uno de los rincones más cautivadores del Generalife, la atmósfera sagrada e inconfundible que consiguieron crear los nazaríes</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-family:Arial;font-size:8;" ><span style="font-size:130%;">.</span><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.85pt;font-size:44;" ><span style="font-size:180%;">Ascender </span><span style="COLOR: rgb(51,51,51);font-size:180%;" >por el agua</span><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.6pt;font-family:Arial;font-size:180%;" >Una recreación de la Granada nazarí permite, a través de un rincón </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.55pt;font-family:Arial;font-size:15;" ><span style="font-size:180%;">señalado del conjunto de la Alhambra, desentrañar un mito del arte</span></span></p><h1 style="COLOR: rgb(51,51,255);font-family:times new roman;" ><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Carlos Navarro</span></h1><p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="FONT-STYLE: italic; LETTER-SPACING: 1ptfont-size:130%;" >Si se visita el Generalife, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.45pt;font-size:130%;" ><span style="FONT-STYLE: italic">casi al final del recorrido, el encuentro con la escalera que asciende hasta el Mirador romántico deja huella imborrable en el recuerdo. Este ascenso es una mezcla perfecta entre funcionalidad, mística y arte.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Desde hace tres años se espera­ba como agua de mayo la siguiente obra de un autor malagueño apa­sionado por la temática andalusí. Su anterior novela, `Azafrán', fue un éxito de críticas y ventas, describiendo con profusión de detalle variados en­tornos del Al-Ándalus del siglo XIII. La espera ha terminado, y ha me­recido la pena.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">`La Escalera del Agua' narra la com­plicada existencia de un joven de Las Hurdes, que se ve abocado a un viaje sin retorno en la España de la posguerra en busca de algún futu­ro, huyendo de su pasado inmedia­to -comete un asesinato al defender a su hermana de un violador- mien­tras trata de recuperar las huellas de su pasado más lejano -desciende de los moriscos expulsados de sus tie­rras en los siglos XVI y XVII-. Tal viaje iniciático llevará al personaje protagonista, Ángel Castaño Cres­po, desde una recóndita comarca cacereña a Toledo y a Granada.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="MARGIN-TOP: 7.2pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La estructura de este libro es bas­tante sencilla. Se divide en seis ca­pítulos, en cinco de los cuales se nos muestra la evolución del personaje y su entorno durante el siglo XX: su analfabetismo inicial, su posterior</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.35pt;font-size:130%;" > formación tanto intelectual como humana en el Convento de San Juan </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >de los Reyes, y el ilusionante des­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >cubrimiento del amor, así como su </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">formación y crecimiento en el ám­<span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">bito laboral.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 10.8pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.25pt;font-size:130%;" >En los capítulos restantes nos en­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.4pt;font-size:130%;" >contraremos con la huida de los </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.3pt;font-size:130%;" >ancestros del protagonista tras la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >ini­cial </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.5pt;font-size:130%;" >expulsión de los moriscos de Gra­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >nada en el siglo XVI y el posterior </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >edicto de 1609. Tras una apresura­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.3pt;font-size:130%;" >da salida de Talavera de la Reina en </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.2pt;font-size:130%;" >una peregrinación forzosa en busca </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.3pt;font-size:130%;" >de Portugal, optan por asentarse </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.4pt;font-size:130%;" >en Las Hurdes con la esperanza vana de que la persecución que sufren lle­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >gue a su fin.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 10.8pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >Cabe destacar la inmersión en la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.45pt;font-size:130%;" >trama a la que se ve arrastrado el lec­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >tor en algunos pasajes del libro. En </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.35pt;font-size:130%;" >concreto, el capítulo inicial, que des­</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">arrolla la miserable vida que lleva <span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">la familia del protagonista y sus co­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.35pt">nocidos en Las Hurdes, es de una ri­queza y de un gusto por el detalle de </span><span style="LETTER-SPACING: -0.45pt">gran calidad, algo que se tiende a ob­</span><span style="LETTER-SPACING: 0.15pt">viar en bastantes relatos actuales </span><span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">de supuestos grandes autores.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 7.2pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >Asimismo, también es muy des­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.4pt;font-size:130%;" >tacable el capítulo dedicado al éxodo </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >de los moriscos del siglo XVII que </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >les conduce a Las Hurdes. García </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >Marín recrea con una prosa exqui­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >sita, preñada de términos enrique­</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">cedores, tanto el inclemente entor­<span style="LETTER-SPACING: -0.3pt">no que envuelve a la comitiva como </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">a los propios protagonistas.<o:p></o:p></span></span></p><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"></span><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 7.2pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >Gran parte de la evolución per­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >sonal del personaje central se des­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.25pt;font-size:130%;" >arrolla en Toledo, ciudad a la que el </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >autor homenajea en esta obra con </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.1pt;font-size:130%;" >deslumbrantes descripciones, que </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >hacen realmente sencillo sentirse </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.2pt;font-size:130%;" >paseando por el casco antiguo de la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >ciudad imperial.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 7.2pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >Granada también tiene su parcela en esta obra, aunque con menor de­talle, sobre todo mediante la Alhambra. De hecho, el título de este libro hace referencia a una zona con­creta en el Generalife. En cuanto a los personajes, son atrac­tivos, están suficientemente bien des­arrollados y aportan una enorme so­lidez al conjunto.<o:p></o:p></span></p><div style="TEXT-ALIGN: justify"><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-size:130%;"><span lang="ES-TRAD" style="COLOR: rgb(51,51,51)">Al acabar de leer La Escalera del Agua, el lector recibe dos mensajes. El pri­mero, la tremenda injusticia que se cometió con los moriscos en España: verdaderos españoles aunque de religión musulmana. El segundo, la capacidad de superación del ser humano, en este caso el protagonista, Ángel Castaño. Y un añadido: cuan­do terminas el libro también tienes la sensación de que has aprendido mucho, tanto de historia como de lé­xico antiguo.</span><br /></span></div><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"></span></div><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 7.2pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >En resumen: una novela históri­ca bien documentada, que no pre­tende ser absolutamente fidedig­na, relativamente fácil de leer, en­tretenida y enriquecedora, con algunas licencias a la divagación que no desmerecen en absoluto el re­sultado final.<o:p></o:p></span></p><div style="TEXT-ALIGN: justify"><span style="font-size:130%;"><span lang="ES-TRAD"><span style="font-size:130%;"><span style="COLOR: rgb(51,51,51)">Si les gustó `Azafrán', `La escale­ra del agua' les parecerá una lectu­ra más completa, más desarrollada e incluso más amena. Si no leye­ron dicho libro, al terminar éste pro­bablemente tengan ganas de leer el anterior.</span><br /></span><br /></span></span></div>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-88411202162772166332008-05-12T11:44:00.003+02:002008-05-12T11:55:12.425+02:00Presentación de La escalera del agua, por José Luis Serrano<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnImlM8Nb83sGvCG-WW2P0X1q2F_9HuXtHGTGbOC1gEGFkqYOSemebY6QzvRWyQPbnpWkrT7kCDTNUXt2Zr0nj2BY2E-h8U-lVbJuLXVGjv-i3dnu8lzxq7X-idAt6upRu6sVk66HHvFo/s1600-h/Escalera+del+agua1.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5199427220708213874" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnImlM8Nb83sGvCG-WW2P0X1q2F_9HuXtHGTGbOC1gEGFkqYOSemebY6QzvRWyQPbnpWkrT7kCDTNUXt2Zr0nj2BY2E-h8U-lVbJuLXVGjv-i3dnu8lzxq7X-idAt6upRu6sVk66HHvFo/s320/Escalera+del+agua1.JPG" border="0" /></a><br /><div><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#000099;">Les presento a un escritor</span> </strong><br /></span></div><br /><div align="justify"><span style="font-size:130%;">Dotado de un instinto proverbial para captar las luces subterráneas, José Manuel nos ha traído en esta segunda novela no tanto el peso de lo que fue El Ándalus, sino el pálido pero difundido resplandor de lo andalusí hoy. No tanto una nación de tantas extinguidas por el vendaval de la historia, sino una de la pocas civilizaciones que nos constituye. Somos andalusíes como somos griegos y pocos adjetivos nacionales o identitarios me atrevería yo a añadir a estos dos. Sin embargo, a pesar de esta fuerza telúrica de El Ándalus (o acaso por ella) es preciso un zahorí para encontrar las aguas subterráneas en este siglo. Y García Marín demuestra por segunda vez -ya lo hizo en Azafrán- que tiene el poder de la rabdomancia. Les pondré un ejemplo de la rabdomancia del escritor malagueño.<br />Podemos proponer tres miradas sobre la escalera del agua del Generalife. La primera diría que sirve para comunicar el palacio con un pequeño oratorio situado en lo alto de la colina. Había que hacer una escalera y un alarife la hizo. </span></div><br /><div align="justify"><span style="font-size:130%;">Una segunda mirada nos mostraría ya la escalera del agua con su elemento cultural añadido a lo funcional: el ascenso desde el palacio al oratorio está interrumpido y suavizado por dos descansillos de planta circular con fuentes bajas en su centro, está acompañado por unos pasamanos que son dos canales encalados hechos de teja y ladrillo por los que baja el agua de la acequia real y está cubierto y refrescado por una bóveda de laureles. La escalera servía así para las abluciones previas a la oración y, de esa manera, se convertía en el sahn que toda mezquita requiere. Desde esta segunda mirada veremos pues que la escalera de agua es toda una lección arquitectónica de lo que fue nuestra cultura en siglos pasados: la cultura capaz de hacer con elementos baratos un templo de armonía.<br />La tercera mirada es la de José Manuel García Marín. No lo cuenta en la novela, pero una mañana del pasado otoño nos lo explicó a Andrés Sopeña y a mí. José Manuel ha observado que si en cada escalón nos detenemos y acercamos el oído al pasamanos por el que desciende el agua, oiremos una escala menor natural: la si do re mi fa sol la. No es sólo cultura que suaviza el ascenso, es una civilización discreta y profunda que parece tutear a los dioses. En algunos escalones notaremos que no se oye la nota que esperábamos oír. Hay dos explicaciones: la primera recordaría que todo alarife nazarí cometía pequeños errores de cálculo para dejar la perfección a Dios. La segunda diría que la escalera del agua ha sido sometida en los últimos siglos al torpe toqueteo de humanos que en ningún caso alcanzan a intuir ni siquiera esta tercera mirada.<br />Terminaré diciendo que es más fácil presentar un libro que presentar a un escritor. Los libros hablan por sí y de lo que habla cada libro es fácil volver a hablar. Con los escritores parece que nos quedara el camino fácil de la biografía, pero no es así. Primero porque la biografía es un género literario difícil de cultivar y que dice más del biógrafo que del biografiado y, segundo, porque no está claro que a la literatura le interese para nada el yo biográfico del autor. Así que, sin más, de la misma manera que hace dos años presentamos un libro Azafrán, ayer en el mismo lugar, presentamos a un escritor: José Manuel García Marín. </span></div>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-44318843254978931342008-04-17T18:28:00.006+02:002008-05-12T11:43:44.107+02:00Presentación de "La escalera del agua", por Luis Eduardo Siles, en Huelva<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh888g7ssdVnk6Hhj_IwJONG4_3-SocM6YUJgf0VQfM8vrN1nUFUamymBlfvzfMMEAaCv1pyzWnuyn_Y29q0Wp5hQezS7jk5f2Fm5Uf4o5IMXwNZO4np9CLyEutObE68zawyVj7rpFjZk/s1600-h/PresenHuelva2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5190254985944318690" style="FLOAT: right; MARGIN: 0pt 0pt 10px 10px; CURSOR: pointer" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh888g7ssdVnk6Hhj_IwJONG4_3-SocM6YUJgf0VQfM8vrN1nUFUamymBlfvzfMMEAaCv1pyzWnuyn_Y29q0Wp5hQezS7jk5f2Fm5Uf4o5IMXwNZO4np9CLyEutObE68zawyVj7rpFjZk/s320/PresenHuelva2.jpg" border="0" /></a><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: center" align="center"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"><span style="COLOR: rgb(0,0,153)">MORISCOS DE BUENA PROSA</span><?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La discusión se ha insta­<span style="LETTER-SPACING: 0.1pt">lado en torno al futuro </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">de la novela en España. Eduardo Mendoza asegura </span><span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">que “se está acabando la </span><span style="LETTER-SPACING: 0.1pt">época de la literatura de sofá”. </span><span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">Y José María Guelbenzu for­</span><span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">mula una advertencia: “En la </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">novela existen señales claras de cambio, estamos esperando </span><span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">a los bárbaros”. El propio José </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">María Guelbenzu afirma que “antes se escribía desde el co­</span>nocimiento y ahora se escribe <span style="LETTER-SPACING: -0.25pt">desde la información”. Y en </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">medio de todo está la polémi­</span>ca sobre lo que se ha denomi­<span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">nado `novela mestiza'.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >José Manuel García Marín, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.3pt;font-size:130%;" >autor de 'La escalera del agua',</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" > ha escrito una nove­</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">la/novela, entendiendo por <span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">ello el cuidado por el estilo, </span><span style="LETTER-SPACING: 0.1pt">una estructura tradicional del </span>relato y una inmensa capaci­<span style="LETTER-SPACING: 0.1pt">dad de narrar.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >Porque José Manuel García </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >Marín, efectivamente, narra, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >cuenta historias, una cualidad </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >que se está perdiendo. Y en </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">esa capacidad narrativa se ad­<span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">vierte la amplia formación de </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">escritor de García Marín forja­</span><span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">da en base a muchas y buenas lecturas, entre otras cosas de </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">novela histórica, género al que </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">pertenece `La escalera del agua', y también de los clási­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.25pt">cos. Porque Ángel, el protagonista de “La escalera del agua”, un mu­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">chacho de 14 años, podría </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">haber sido un pícaro, de hecho en su peripecia en sole­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">dad por los campos de Extre­</span><span style="LETTER-SPACING: 0.2pt">madura tirando de un burro </span><span style="LETTER-SPACING: 0.1pt">cargado de madera se las tiene </span>que ingeniar como buenamen­te puede para comer algo, <span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">pero finalmente vence en su </span>vida el afán enorme de apren­<span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">dizaje, de saber, sobre otras fórmulas más sencillas y </span>menos decorosas de matar el <span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">hambre. Ángel es el antipíca­</span>ro, aunque esté recreado por <span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">el autor con un estilo, en oca­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">siones, picaresco.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.25pt;font-size:130%;" >La novela está viva. Los per­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >sonajes pasan calor, como en </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.2pt;font-size:130%;" >el episodio de los moriscos, y </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >el lector termina por sentir ese </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.2pt;font-size:130%;" >calor. Para ello, ya está dicho, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >el autor se vale de la buena es­</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">critura, de un relato realista <span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">con algún hermoso despunte </span><span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">mágico, y de unas excelentes </span><span style="LETTER-SPACING: -0.25pt">descripciones. Como la que en­contramos en la página 115, por ejemplo: “Los del pueblo </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">lanzaban ojeadas curiosas a los extraños; pero un hombre, </span><span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">larguirucho, cenceño y nervio­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.3pt">so, observaba a .Alonso con in­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">sistencia, desde su mirada ma­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">liciosa, bajo las crecidas cejas. </span><span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">La boca abierta, bobalicona, </span>detenida en una mueca estúpi­<span style="LETTER-SPACING: -0.25pt">da. Era Nemesio, más conoci­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">do como el Jineta por las ca­</span>racterísticas fí<span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">sicas que insinua­</span>ba el remoquete”.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >José Manuel García Marín </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >nace en Málaga en diciembre </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.2pt;font-size:130%;" >de 1954 y desde hace cinco </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >años se dedica por entero a la literatura. Es un consumado especialista en la historia de ‘Al </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.35pt;font-size:130%;" >Andalus’, al que dedicó su </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">primer libro, el ensayo titula<span style="LETTER-SPACING: -0.2pt">do `Al-Hamrá. Pero despuntó </span><span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">como autor con la novela ‘Aza­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">frán’ (Rocaeditorial 2005), con la que alcanzó cinco ediciones </span><span style="LETTER-SPACING: -0.15pt">y obtuvo un éxito muy supe­rior al que se esperaba. `La es­</span>calera del agua' es, pues, su <span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">tercer libro.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >José Manuel García Marín escribe desde el conocimiento: </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >Desde el estudio. Sin duda se </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >trata, repetimos, de un gran </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >lector, que traduce sus conoci­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >mientos a un espléndido cas­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >tellano clásico: En los diálogos </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >y en unas descripciones riquí­</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >simas. La lectura de `La esca­</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">lera del agua' nos ha permiti­<span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">do descubrir a un autor. En el </span><span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">pleno sentido de la palabra. </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">En el que Whitman, refirién­</span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">dose a uno de sus libros, dijo: “</span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">Esto no es un libro, quien </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">vuelve sus páginas toca a un </span><span style="LETTER-SPACING: -0.3pt">hombre”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.3pt;font-size:130%;" ><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Luis Eduardo Siles</span>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-11278577558373240682008-03-07T11:16:00.008+01:002008-03-08T09:57:41.224+01:00Presentación de La escalera del agua, por Antonio Garrido Moraga<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhEgq_U5RCIFRxjG-MpJCq0BE5DiXQ26_48qzrSmlENUvkLM67MQu5MUCh_H7cAVbteUrZB_OCh7rP0LuPDBItm01z-_dyLb3rdfu2y9At9wb5ZpqTXgb2yfKQTQZXbWZXjNF4u5OlM52A/s1600-h/Foto+La+Mar+de+Textos.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5174942732769953394" style="FLOAT: left; MARGIN: 0pt 10px 10px 0pt; CURSOR: pointer" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhEgq_U5RCIFRxjG-MpJCq0BE5DiXQ26_48qzrSmlENUvkLM67MQu5MUCh_H7cAVbteUrZB_OCh7rP0LuPDBItm01z-_dyLb3rdfu2y9At9wb5ZpqTXgb2yfKQTQZXbWZXjNF4u5OlM52A/s320/Foto+La+Mar+de+Textos.JPG" border="0" /></a><br /><p class="MsoTitle" style="FONT-WEIGHT: bold; COLOR: rgb(0,0,153); FONT-STYLE: italic; TEXT-ALIGN: center"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La memoria del destierro</span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.45pt;font-size:130%;" >Existe un lugar físico, una colina, un espacio mágico que es mito en el </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.3pt;font-size:130%;" >imaginario de millones de personas. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de literatura en los </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.15pt;font-size:130%;" >palacios y en las fortalezas que, a la tarde, cuando el sol se pone, cubren sus muros de tonos rojos incendiando las maravillas y las sutilezas? Existe un lugar casi miserable, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.3pt;font-size:130%;" >perdido entre montañas, apenas un valle ínfimo, donde cinco familias pusieron sus </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >reales huyendo de la orden de expulsión que la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" ><span style="font-size:+0;"></span></span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.4pt;font-size:130%;" >Sacra, Católica y Real Majestad de </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.15pt;font-size:130%;" >Felipe III había dispuesto para mejor preservar la fe católica en sus reinos. Existe una </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >ciudad mágica, duplicada en el subsuelo, en la que toda suerte de brujos y hechiceros, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.4pt;font-size:130%;" >como los consideraban, estudiaban las secretas artes, una ciudad en la que judíos, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.2pt;font-size:130%;" >musulmanes y cristianos convivieron durante un tiempo circular que no tenía fin, que se hacía espiral en su propio caminar hacia la perfección que una estrella simbolizara. La </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Alhambra, la alquería de El Gasco en Las Hurdes de Extremadura y Toledo. Estos hitos <span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">marcan la vida de Ángel, el protagonista de </span><i><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">La escalera del agua, </span></i>última novela de José <span style="LETTER-SPACING: 0.35pt">Manuel García Marín, editada muy bien, como es marca de la casa, por Rocaeditorial.<?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.45pt;font-size:130%;" >Novela histórica y confesión en primera persona, dos géneros muy frecuentados, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >que confluyen en una novela de indiscutible raigambre cervantina. El plano histórico, determinante en la base de la estructura narrativa, alterna en las páginas con la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >evolución contemporánea de la peripecia del narrador, nacido en la alquería en 1942; no </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.35pt;font-size:130%;" >obstante, al principio de cada capítulo se señala la referencia temporal precisa. El </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >pasado está ahí, agazapado en la memoria, el pasado es el dolor de la expulsión del </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >hogar de Talavera de la Reina, es la necesidad de transmitir la tragedia a las nuevas </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >generaciones, una detrás de otra, mientras quede alguien que pueda recibir la pieza de </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >plata, talismán, signo de ser y existir, marca de la diferencia.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Fueron llevados a los puertos después de confiscarles sus bienes; aún <span style="LETTER-SPACING: 0.2pt">conmueven las crónicas que lo cuentan. Se habían traído tercios de Italia para evitar </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">desórdenes, que aún estaban muy presentes las guerras de las Alpujarras, donde tuvo </span><span style="LETTER-SPACING: 0.2pt">que venir el mismo hijo del César Carlos y vencedor de Lepanto, don Juan de Austria </span><span style="LETTER-SPACING: 0.25pt">para acabar con la rebelión. Algunas voces de alzaron en su defensa pero nada pudieron </span><span style="LETTER-SPACING: 0.3pt">hacer. Aquellas familias moriscas, la de Ángel y cuatro más, cuyos antepasados ya </span><span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">habían sido expulsados de Granada, decidieron agotar los días y buscar un lugar donde </span>vivir, lugar alejado donde fuera imposible encontrarlos. Siempre con el miedo en el <span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">cuerpo y con la amenaza de que la arbitrariedad hecha ley por parte de los miembros de </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">la Santa Hermandad, les diera caza y fueran vendidos como esclavos.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.2pt;font-size:130%;" >En el límite del límite, con tierra pobre pero sin falta de aguas, después de cruzar </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">ciudades y campos, después de que se les unieran Alonso y María, la pareja de <span style="LETTER-SPACING: 0.05pt">enamorados que también escapaban de un padre que deseaba mejor fortuna para su hija </span><span style="LETTER-SPACING: 0.45pt">que un pobre pastor, allí pararon para sobrevivir miserables y libres. Este episodio, de la </span><span style="LETTER-SPACING: 0.4pt">pareja de enamorados, confirma el calificativo de cervantina que he usado para la </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">novela. Pasaron siglos. Ángel nació en la inmediata posguerra y narra su vida y su </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">secreto. El abuelo, una noche, les cuenta la historia de sus orígenes, es la transmisión </span><span style="LETTER-SPACING: 0.45pt">oral como única manera de pervivir. Este relato es la verdadera iniciación de los </span>adolescentes.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >A este secreto, Ángel unirá otro, una escena de violencia que lo obligará a </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >marchar de su casa, de la choza en la que se guarecen. De nuevo, escapar. El destino lo </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >llevará a Toledo. La novela se inicia con la visión del imponente monasterio de San </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.6pt;font-size:130%;" >Juan de los Reyes, panteón en el que no descansan los Reyes Católicos, que se </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">pudrieron en la tierra de sus conquistas, la Granada de la escalera de agua, de las <span style="LETTER-SPACING: 0.25pt">armonías del agua que nos acompaña cuando subimos por la colina igual que cuando </span><span style="LETTER-SPACING: -0.05pt">Boscán y Navagiero dialogaban sobre la oportunidad de escribir a la manera italiana, </span><span style="LETTER-SPACING: -0.1pt">con esa estrofa nueva que llamaban soneto.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >Ángel va a entrar en el convento franciscano y allí recibirá una educación, providencia del padre Luis Zaragüeta, que lo pondrá en situación de enfrentarse a la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.3pt;font-size:130%;" >vida como aprendiz de sastre, más tarde como representante y finalmente como </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >acaudalado industrial.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >La novela tiene a la historia como horizonte y a la vida como tejido; esta es su </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.45pt;font-size:130%;" >mejor cualidad. Estamos ante una creación, no ante una paráfrasis, más o menos </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >conseguida, de crónicas pasadas. El personaje y su mundo tienen espesor y consistencia, </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.35pt;font-size:130%;" >tienen nervio y músculo. El narrador nos transmite muy bien el pulso de la ciudad. </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >Toledo es la judería y la curva del río, es la catedral y las sinagogas, es un escaparate </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.25pt;font-size:130%;" >donde los niños se agolpan para ver los dulces de navidad, y Toledo es, por supuesto, la </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >iglesia de Santo Tomé y esa niña de la que Ángel se enamora, Alborada.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >Ángel va a atar cabos, va a vivir la tragedia de la expulsión de unos españoles </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.4pt;font-size:130%;" >que lo eran tanto como los que los empujaban al destierro. Por paradoja, el estilo considerado como genuino de España, el mudéjar, fue creado por los árabes que, </span><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.1pt">domesticados, </span></i></span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.05pt;font-size:130%;" >que eso significa la palabra, permanecieron en territorio conquistado por </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.05pt;font-size:130%;" >los cristianos. En la estrella de plata y en la estrella del artesonado se encierra todo el </span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" >mundo que la escalera del agua hace vida, ni más ni menos.</span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: -0.1pt;font-size:130%;" ><span style="font-size:+0;"></span><span style="font-size:+0;"></span><span style="font-size:+0;"></span>Antonio Garrido</span><span lang="ES-TRAD" style="LETTER-SPACING: 0.6pt;font-size:130%;" ><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="TEXT-INDENT: 35.45pt; TEXT-ALIGN: justify"><span lang="ES-TRAD"></span> </p>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-6942423193376084512007-10-09T08:17:00.001+02:002008-05-12T17:11:47.852+02:00La lámpara de plata - José Manuel García Marín<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikrlxYETS__DNnwE04KGQfVhChxK6ez8ImFN_yl1au27y2webBg_7k44Gbo5VRHKt2nbOM2IdwDvdrKP8WPc1lHHgtX6Q6A-hDU_rAbGtjOLxUEVE3J-RlLivr16-KZC_68tJV4M8vUEs/s1600-h/l%C3%A1mpara.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119229209725939426" style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikrlxYETS__DNnwE04KGQfVhChxK6ez8ImFN_yl1au27y2webBg_7k44Gbo5VRHKt2nbOM2IdwDvdrKP8WPc1lHHgtX6Q6A-hDU_rAbGtjOLxUEVE3J-RlLivr16-KZC_68tJV4M8vUEs/s320/l%C3%A1mpara.jpg" border="0" /></a><br /><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Las inquietas luces de la gran lámpara de plata, que el piadoso Tammin ben Buluggin había donado a la mezquita aljama de Málaga, centelleaban en las retinas de Abu l-Barakat ben al-Haŷŷ; pero, éste, si bien tenía la mirada perdida en ellas, permanecía ensimismado.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Sentado sobre la alfombra, el juez apoyaba su espalda en una de las columnas de mármol, cara al mihrab, y se acariciaba la barba, negra todavía. Le preocupaba el motivo de su llamada a la fortaleza por el todopoderoso visir de Muhammad V, Abu Nu’aym Ridwan, que había entrado en la ciudad dos días antes. La misma fecha de su llegada, dos guardias de la escolta se presentaron en su casa, en el barrio de los Adarves, con la misión de entregarle un mensaje escrito de puño y letra del visir, en el que se reclamaba su presencia, para dos días después, antes del mediodía, pero sin ninguna otra aclaración. El cadí lo releyó varias veces por hallar, si no la razón, al menos el tono con que se había redactado, mas era enteramente formal y ambiguo; ni rastro de parabienes o de reconvención alguna.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Tampoco él encontraba causas, por muchas vueltas que le diera. Había trabajado con tenacidad para alcanzar el cadiazgo. Durante los largos años que empleó en el estudio, incluso enfermo, no dejó de asistir a las lecciones de su maestro y, más tarde, administró justicia, combinando, como se le enseñó, lógica y conocimiento, intuición y buena dosis de benevolencia. En cada caso, pues, repartió mente, espíritu y corazón en las proporciones adecuadas para sentir, íntimamente, que su labor iba más allá de la mera diligencia.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">A esa escrupulosidad suya se refirieron, hacía ya casi un año, al destacar sus méritos cuando lo elevaron al cargo de primer juez, bajo la imponente cúpula mayor del sagrado templo, como era tradición en Málaga, con las trece naves atestadas de personajes relevantes, fieles y curiosos en general.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Sumido en sus pensamientos, no oyó los pesados pasos del hombretón que se encaminaba a él por detrás de su nuca, quizá por el sigilo con que procuraba andar éste. Su aspecto era más inquietante por la brutalidad que expresaba aquel rostro moreno, de ojos pequeños, desconfiados, hundidos bajo los arcos superciliares, y de mandíbula cuadrada, sobresaliente, que por su estatura, que sobrepasaba en una cabeza a la de un hombre común; o las enormes manos, una de las cuales apoyaba en el puño de la larga daga, como de palmo y medio, que colgaba de su cinto de piel de becerro. Al muecín le recorría por el espinazo un desagradable frío, siempre que se lo tropezaba. Pero hoy la mezquita estaba desierta.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El cadí notó que le tocaban el hombro con suavidad. Sin embargo, se volvió sobresaltado, tan abstraído se hallaba.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—¡Ah! Mussa, mi fiel servidor –exclamó, mientras se le acompasaban los latidos y recuperaba el resuello.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Mi señor, me pediste que te avisara –dijo, justificándose, el fornido individuo.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Bien, vamos. Aún hay tiempo de dar un paseo antes de dirigirme a la Alcazaba.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Salieron por la puerta principal, la que daba al patio de los naranjos. El cielo, aunque gris, no amenazaba lluvia, pero estaba siendo crudo aquel diciembre. Ibn al-Haŷŷ, con un movimiento rápido, se envolvió mejor en el amplio manto negro. Debajo llevaba sus mejores galas, como cumplía para visitar a un ministro, y éstas, de buen lino con ribetes de seda, no abrigaban mucho precisamente. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">En lugar de dar un rodeo y acercarse a la alhóndiga de la Puerta del Mar, como tenía por costumbre, y continuar luego pegado al lienzo de muralla hasta la Puerta de Buenavista, o de Pescadores, como prefería llamarla el pueblo, prescindió de la primera y directamente fue a traspasar esta última.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Si a su paso por las callejas era saludado, conocido y querido por gentes de toda condición, los pescadores, habituados a verlo casi a diario, le ofrecían boquerones, sardinas o de lo que hubieren, en muestra de cariño, de respeto, pues más de un pleito había dirimido sin notable perjuicio para ninguna de las partes. Desde allí, no sólo veía a los marineros en sus faenas, cosiendo redes, preparando pescado para salarlo o calafateando milenarias jábegas, sino que gustaba de observar el mar. Porque el mar siempre era el mismo, pero, dotado de vida propia, en ocasiones venía rizado y verde; otras, azul y en calma, entretanto el sol devanea en sus aguas; a veces, en cambio, de tal vehemencia, que pareciera querer arrollar y tragarse la muralla con la espuma de sus olas, fragoroso, aunado el estruendo de cien batallas... y esa brisa, de olor a sal, que refresca el ánimo, lo despierta y, mudada de soplo a viento, mantiene inmóviles a las bulliciosas gaviotas, estáticas en pleno vuelo como por una suerte de milagro.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Atravesó la puerta de nuevo y dobló a su derecha, más al sur, hacia el espolón donde los genoveses tenían la alhóndiga. Había visto la carraca genovesa atracada en el puerto, en la dársena de levante. Junto a ella hormigueaban cargadores, comerciantes, capataces, marineros y hombres pendientes de la vigilancia, que evitaban las mermas que los rateros ocasionaban a las mercaderías. Le atraía la atmósfera de actividad febril, ruidosa, vocinglera, que se desarrollaba en torno a la carga o descarga de los barcos; gozaba con la visión de los fardos, las maromas, las innumerables mercancías con que traficaban los ligures, mediante acuerdos firmados con el Reino de Granada, y que guardaban en sus almacenes para más tarde despacharlos: metales, vasijas de cobre, papel, seda -en dura competencia con pisanos y toscanos-, paños, algodón, especias, tintes y, sobre todo, pasas, higos y almendras, todos ellos productos de Málaga, que partirían a los mares del norte.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Estimó la altura del sol, brillante a través de las nubes. No debía retrasarle el placer. Marchó sin separarse del muro de defensa, que corría paralelo a la línea de costa, seguido por Mussa, para entrar, al final de éste, por la Puerta de la Alcazaba. Los guardias, reconociéndolo, le saludaron al franquearle el paso. Ascendieron la cuesta para llegar a la Plaza de Armas y cruzaron la Puerta de los Arcos. Algo más al interior, junto a los Cuartos de Granada, el servidor se adelantó y habló con el que supuso jefe de la guardia:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—A mi amo, el cadí de la ciudad, lo espera el visir, a quien Allah colme de bendiciones.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El guardián, jefe también de la escolta personal del ministro y, por tanto, venido de la Alhambra, no conocía a aquel hombre por quien hubo de alzar incómodamente la cabeza para mirarlo, pero se alegró de no tener que enfrentarse a él.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Que pase a la primera estancia y aguarde allí –dijo, señalándole una sala de medianas proporciones-. Tú –añadió-, espera aquí, con nosotros.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Abu l-Barakat se entretuvo admirando la discreta belleza de la sala y el panorama del puerto que regalaba el mirador, entre sus arcos polilobulados.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El plenipotenciario nazarí salió personalmente a recibirlo. Algo tan poco común que rompía el rígido protocolo, lo que confundió aún más al desconcertado cadí. Acaso ese fuera el efecto que el primero pretendía. Tras los saludos de rigor, el orondo y desenfadado Abu Nu’aym Ridwan asió del brazo al juez, en clara señal de confianza, y lo condujo él mismo al Palacio de los Naranjos.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Una vez en él, le indicó que se sentara en los almohadones más próximos a su persona y dio dos palmadas. En unos instantes, dos esclavas entraron en el aposento con sendas bandejas repletas de dátiles, queso de oveja y leche de cabra. Era evidente que deseaba agasajarlo.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La rica manga bordada en oro se acercaba a Ibn al-Haŷŷ, cada vez que su dueño alargaba el brazo hacia las bandejas, depositadas delante de ambos.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Querido cadí –se determinó a comentar-, todos los informes que me llegan sobre ti son elogiosos por tu rectitud y sabiduría, no exenta de compasión, lo que te engrandece más y aun enaltece a la dinastía, porque prueba el fervor del sultán, al que Allah proteja, y sus ascendientes, por dotar a su pueblo de hombres íntegros y virtuosos que lo sirvan lealmente y lo contenten.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El juez miraba a los ojos de su interlocutor, tratando de analizar el verdadero significado del discurso con que le honraba, en el que no le había pasado desapercibido cómo, sutilmente, el ministro se ensalzaba a sí mismo. Pero no era más que eso: un discurso cortesano. Le urgía saber la auténtica causa. Para lograrlo, nada mejor que incitar al poderoso anfitrión a abandonar inútiles circunloquios.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Perdona mi atrevimiento pero, ¿has invertido parte de tu valioso tiempo sólo para alabarme? Es un honor innecesario el que me haces.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El visir lo miró a su vez. La pregunta, descarada, revelaba que al alto funcionario de justicia no le agradaban los rodeos. Pero, a pesar de la descortesía, merecía su consideración.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Te he mandado llamar –expuso, ya sin más preámbulos-, para saciar mi curiosidad, y a petición de una influyente familia de esta ciudad, que ha solicitado repetidas veces mi intervención, por un caso que tú has juzgado y que les afecta. Sin embargo –ahora sus ojos expresaban franqueza, observó el juez-, no te he convocado para que rectifiques la sentencia, créeme; eres libre de revisarla o, por el contrario, de ratificarla. Tienes mi palabra.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Abu l-Barakat sonrió complacido.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Si me haces ver que estoy equivocado, no tendré objeción alguna en cambiar el veredicto. ¿De qué asunto se trata?</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">De entre las ropas, el ministro extrajo un billete con unos nombres anotados, que se dispuso a leer.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Está referido a un contrato de compra y venta, por el que Aixa, esposa de Sa’id al-Saffar, vende una huerta a Ibrahim al-R.ri al Yundi en la Huerta Oriental de Málaga. El comprador demanda a Aixa por haber omitido decirle que en ella había sido muerta una mujer, con anterioridad a la compra, al entender que el bien contenía un vicio oculto.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Sí, lo recuerdo perfectamente –contestó el cadí-. Ibrahim alegaba que la huerta se quedó deshabitada, porque la gente decía que habían visto espectros diabólicos. En resumen, y por los perjuicios que decía tener, exigía que se le rebajara el precio acordado y pagado.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—También sé que consultaste a varios alfaquíes, que se mostraron a favor de acceder a la petición del comprador y, no obstante, resolviste en contra de él –el visir se acomodó entre los cojines, antes de continuar-. ¿Cuál fue la razón de que hicieras caso omiso de ellos y dieras por bueno el contrato?</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Estuve reflexionando sobre ello largo tiempo. Lo de la mujer asesinada no estaba demostrado, eran simples murmuraciones. Entonces llegué a la conclusión de que, si el demandante estaba tan seguro, que aportara él la prueba; y le pedí que informara de la fecha exacta del crimen y que presentara uno o más testigos. Como no lo hizo, validé el contrato. En realidad –quiso aclararle al ministro-, estaba convencido de que Ibrahim lo único que perseguía era la rebaja mediante esta argucia.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—No me decepcionas, Ibn al-Haŷŷ, estaba persuadido de ello, pero quería conocer las razones y ahora, además, sé de tu perspicacia. De cualquier modo te rogaría que volvieras a meditarlo, por si se te ocurre algún medio de satisfacer al demandante sin otorgarle todo lo que reclama.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El omnipotente visir se incorporó, dando por concluida la entrevista.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Ha sido un encuentro muy instructivo –terminó por decir, sonriente. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—¡Que Allah te guíe! –le deseó Abu l-Barakat, despidiéndose.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—¡Que Él te guarde y te acompañe! –respondió Abu Nu’aym.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El cadí, como solía, se presentó temprano en la mezquita mayor, hizo sus abluciones, oró y, ya sentado, se recostó contra la columna habitual. No cesaba de pensar en la conversación del día anterior con el visir. Quizá su veredicto había sido demasiado inflexible. Miró la lámpara mientras repasaba las circunstancias del caso. Resplandecía especialmente, ¿la habrían pulido? Las luces de sus exquisitos cálices titilaban reflejándose en el cuerpo central, que cintilaba con chispas hipnóticas, minúsculos puntos que parecían brotar del noble metal, efímeros, como la ventura humana, y que saltaban, cegadores, a las pupilas del juez. Éste pestañeó, en inútil lucha. Se le cerraban los ojos, aunque su voluntad pugnara por conservarlos abiertos. Intentó retirar la vista, pero no pudo. Creyendo vencer, se durmió. Inmediatamente apareció la figura de una joven mujer desconocida. Portaba un cesto de mimbre, apoyado en la cadera. Callejeaba por el noroeste de la ciudad, cerca de las tenerías próximas a la Puerta de la Explanada de los Alardes, donde vivía. Era una de las esclavas de un rico mercader que la compró para el servicio de su casa.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La imagen se borró, sustituida por otra en la que un apuesto menestral, de más o menos su edad, le ofrecía, galanteador, unas flores que ella acogía con regocijo.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 15.05pt; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Abu l-Barakat no escuchaba las palabras que se cruzaban, pero entendió que se amaban y que él le prometía trabajar sin descanso, hasta obtener el dinero suficiente para comprarla a su amo. Luego se casarían y arrendaría un terreno con una casita, humilde, claro, pero en la que serían libres y felices. Ella lo colmaría de hijos, que serían su alegría y, tal vez, en el futuro, alguno de ellos mandaría una tropa o se convertiría en un respetable alfaquí, para honra de la familia. Él imaginaba, entusiasmado. Ella sonreía, embelesada. Los tres soñaban.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Los jóvenes se separaban, y él, Anwar, que así se llamaba, regresaba al taller de alfarería, donde fabricaba las más bellas vasijas de cerámica de la localidad con la técnica de la «cuerda seca», en muy diversos colores, si bien su favorito era el verde manganeso. El maestro para el que trabajaba, lo consideraba un buen oficial, digno de toda su confianza. Lo conocía desde que entró como aprendiz, casi un niño, y nunca le había fallado. Por tal motivo, en ocasiones, lo dejaba a cargo del taller.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Nayibe, que era el nombre de la muchacha, iba a la tienda de paños de Mustafá, en los aledaños de la alcaicería, a comprar unas telas corrientes que le habían encomendado. Al propietario le cambiaba la cara cuando la veía entrar. No estaba enamorado, pero la deseaba. Las formas generosas que poseía, apetecibles, sin ser ostentosas, excitaban su libido, lo enardecían. Siempre que Omar, su ayudante, se hallaba ocupado, el taimado le hacía un presente: retales de tela, un pañuelo... Tocarle las manos al descuido, lo inflamaba.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Ella admitía los insignificantes obsequios agradecida, como procedentes de alguien amable y caritativo al que le conmovía su estado de absoluta pobreza; acaso la viera como una hija, creía inocente, pues la diferencia de edad así lo haría suponer. Pero la vieja Lubna, parroquiana asidua del tendero y experimentada casamentera, adivinó enseguida la verdadera finalidad del rijoso mercader.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—Bonita cara tiene la moza –murmuró al oído del comerciante, burlona-. Una joven tan lozana haría las delicias de un hombre como tú, mas dos amos tiene.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Tú la conoces? –preguntó interesado, y se arrimó a la entrometida mujer por que no les oyeran-. ¿Qué sabes de ella? Y, ¿cómo es eso de que tiene dos amos? Vamos, habla –le apremió impaciente.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¡Lubna conoce a todo el mundo! –afirmó, orgullosa y atenta a las reacciones de Mustafá-. Es esclava de un rico, en la Puerta de la Explanada de los Alardes. En cuanto a su corazón, ya tiene dueño. Ya ves, dos amos.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Quién es él? –inquirió, impetuoso.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿El rico? –soltó con maldad, por retrasar la respuesta.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¡El otro! –exclamó enfadado.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—Muy informado quieres estar tú, a costa de esta pobre viuda –observó con picardía.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">El pañero acertó a interpretar a la vieja. Sacó un lienzo de detrás del roído mostrador de madera y se lo entregó con la intención de que lo ocultara entre los ropajes.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—Bien gallardo y airoso es el enamorado. Por Anwar responde el muchacho –se avino a revelarle-. Y muy trabajador y esforzado, que mucha fe le tienen en el alfar emiral, en la calle Especerías.</span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Del semblante de Mustafá se evaporó la expresión de lujuria, en cuanto supo la noticia, para ser reemplazada por una mueca de disgusto. Dejó ir a Lubna, contenta con su dádiva, y decidió tejer un plan. Nayibe sería suya.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La primera medida era examinar el aspecto que tenía Anwar. Necesitaba estudiar a su oponente para saber de qué pasta estaba hecho y pensar después en cómo engañar a ambos. Se lo decía su olfato de probado negociador.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">La oportunidad la tuvo pronto. Fue inesperada y no levantaba sospechas. Un primo suyo le pidió que le acompañara al alfar, por un encargo que le había hecho el jefe de las atarazanas.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">En el taller simuló indiferencia por el joven, pero lo escrutó a sus anchas mientras aparentaba estar absorto en la perfección de líneas de un jarrón. Al muchacho se le percibía cándido, exhalaba nobleza. Un modelo de inexperiencia.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">A partir de entonces abandonaba la tienda, con cualquier excusa, para vigilar a Anwar. Lo acechó durante semanas. Lo seguía, sabía a qué hora y dónde se encontraba la pareja. Otras veces la espiaba a ella. Así averiguó la casa en la que vivía y las calles que frecuentaba. Asimismo, el lugar donde desataban su pasión, en la Huerta Oriental, detrás de unas rocas protegidas por la espesura, al atardecer, cuando se difuminan las figuras. Los enamorados, enfrascados en su amor, no lo descubrieron nunca.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El asunto, transformado ya en una obsesión, le traía problemas, pues, por su causa, descuidaba el negocio. Omar comenzaba a protestar del tiempo que pasaba solo en el comercio, de la falta de reposición del género, de la que se quejaban los compradores, de la súbita indolencia que le invadía, como una extraña enfermedad. Él, que era ejemplo de diligencia, siempre inquieto por adquirir los mejores artículos a los mercaderes de la alhóndiga, a quienes regateaba hasta la última moneda. El dependiente asistía, estupefacto, al repentino cambio de su jefe. Mustafá escuchaba, revestido de paciencia. Cuando lograra su objetivo, todo volvería a la normalidad. Su esposa, aunque lo encontraba más irritado que de ordinario, no recelaba.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Una mañana, en su insistente persecución de Anwar, vio que enjaezaba un caballo a la puerta del alfar. Esperó oculto, mas no perdió detalle de lo que éste hacía. Colocaba unas alforjas en la grupa, encima de una manta, y volvía a asegurar la cincha del animal. El maestro salió del taller con una talega, que debía contener comida, y se la dio al joven a la par que le repetía ciertas instrucciones que el comerciante no oía. Aquello pronosticaba un viaje. El mozo se alzó sobre el estribo para montar y, en ese momento, cayó un anillo de hierro que lucía en uno de sus dedos, entre las piedras del pavimento, sin que nadie se percatara del ruido, apagado por el de la conversación. Nadie, excepto Mustafá que, en cuanto aquél se alejó trotando y el maestro regresó al interior, lo recogió y guardó con disimulo. Luego entró en el alfar y dijo que tenía un recado para Anwar. Le contestaron que acababa de marcharse a Granada y que estaría ausente alrededor de una semana.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Se fue apretando el humilde aro en el bolsillo. Ésta era la ocasión propicia, el azar había premiado su esfuerzo. Sólo necesitaba elaborar la estratagema conveniente.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Estuvo dando vueltas y más vueltas por las calles en torno a las tenerías, por donde acostumbraba a pasar ella. Rondó la Puerta de la Explanada de los Alardes durante horas, hasta que al fin apareció. Iba distraída, con la mirada baja, y no reparó en él. Se plantó delante, por que le viera, agarró del brazo a la sorprendida Nayibe y la llevó a un rincón.</span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—No te asustes –le avisó, con la mejor de sus sonrisas-, te traigo un recado de Anwar.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Qué recado es ése? –preguntó, asombrada de que el comerciante conociera a su amado.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"><i>—Me manda a decirte que esta tarde acudas al sitio de siempre, que supongo que tú sabrás –agregó con cara inocente-, a la misma hora. Todos creen que se ha ido a Granada, pero él piensa que si viaja mañana realizará igual la misión que le han ordenado, que tiene tiempo de sobra y podrá gozar hoy de tu compañía –le explicó el ladino Mustafá.<o:p></o:p></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Cómo sé que no me engañas? –cuestionó aún.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Para qué iba a hacerlo? Además, casi lo olvidaba –y sacó el anillo-, ¿reconoces esto? Me lo dio él para que no desconfiaras. Quédatelo y se lo devuelves tú misma.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">La vista del anillo la tranquilizó; no obstante, algo no cuadraba a la muchacha.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Por qué te ha elegido a ti de mensajero? –se interesó, por último.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—Es largo de contar y yo debo irme ya. Pregúntaselo a él.</span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">No cabía en sí de alborozo. ¡Por Allah que se había tragado el anzuelo! Sin embargo, los nervios le corroían por dentro. Optó por comer rápido e irse de la casa, por si la agitación lo traicionaba, y pasear luego hasta más allá de la Puerta del Puente, en el arrabal de los mercaderes de la paja. A la vuelta, se distrajo reclinado en el pretil del puente que cruzaba el Guadalmedina. Dichoso, veía correr el agua en tanto fantaseaba con lo que más tarde consumaría.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Cercana la artera cita, el tendero se dirigió a la<i> </i>Huerta Oriental con toda clase de precauciones. La esclava esperaba en las rocas, intranquila, pero él se escondió y miró a uno y otro lado, por cerciorarse de que realmente se presentaba sola. Únicamente cuando quedó satisfecho, se atrevió a salir de su escondite.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Nayibe, al verlo venir, sintió que le inundaba un desasosiego, que no era más que su instinto, que le advertía de la peligrosidad del encuentro.</span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¿Qué haces tú aquí? –gritó enfurecida, barruntándose la burla.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">El miserable trató de calmarla.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—Tranquila, somos viejos amigos, ¿no? Anwar no vendrá pero, ¿para qué lo necesitamos? Tú eres una hembra apasionada y yo un hombre ardoroso, hagamos nuestro menester y te aseguro mejor vida que la que podría darte ese mozalbete muerto de hambre –y diciendo esto, le manoseó los senos.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¡No, suéltame! –protestó, indignada.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">La muchacha se revolvió, en vano intento de zafarse del hombre, pero éste la sujetó con firmeza. De buena gana, le soltó una bofetada y pretendió escapar, pero él reaccionó y la agarró de las ropas.<o:p></o:p></span></i></span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">—¡Ven aquí, maldita testaruda! –gruñó, iracundo por la resistencia que le oponía.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">Desesperada, chillaba fuera de sí y, ya entre lágrimas, la emprendió a puñadas con el sudoroso comerciante.<o:p></o:p></span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><i><span lang="ES-TRAD">Mustafá le dio un fuerte revés que la tiró a tierra. No podía permitir que los gritos alertaran a la vecindad.</span></i></span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Como Nayibe quedó inmóvil en el suelo, pensó que se habría desmayado y quiso reanimarla, pero no se recobraba. Tocó su corazón. Con horror descubrió que no estaba inconsciente, sino ¡muerta! La delicada sien había golpeado contra una piedra.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Tenía que apresurarse en discurrir algo. Ocultó el cuerpo entre matorrales y lo cubrió con piedras. Corrió a la tienda y regresó velozmente con una pala. En el camino, nadie se había fijado en él. La enterró bajo un árbol y...</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—¡Señor, señor! Te ruego que me perdones, pero la gente espera tu ministerio –le comunicó Mussa, cariacontecido.</span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Abu l-Barakat salía de un trance, más que despertaba de un sueño.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">—Sí, sí... –acertó a decir, confuso. Pero enseguida se retractó-. No, aguarda, anúnciales que hoy no les atenderé. Que vengan mañana. Date prisa, nos vamos.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El juez salió como un torbellino de la mezquita. Buscaba la tienda de paños por las calles donde creía haberla visto, sin resultado; hizo indagaciones en el alfar emiral, pero ninguno de los que trabajaban en el taller supo darle razones sobre un tal Anwar. Precisaba hallar una pista que le confirmara que, el suyo, había sido un sueño clarividente. Mas todavía existía una esperanza.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">En la Huerta Oriental por poco se le vacían las órbitas de la sorpresa. Allí estaban las piedras, idénticas a las que soñó. Se sentó en una y recorrió de una ojeada el contorno. Sobraban árboles para enterrar a la joven. ¿Tenía alguna característica aquel árbol? Cerró los ojos para concentrarse y, al instante, contempló un tronco liso, del que surgían muchas ramas pobladas de hojas verdes, pero rojizas en el reverso. El árbol de la pureza para los griegos. Un cidro.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Mussa observaba atónito el comportamiento de su señor, pero ya no albergó dudas acerca de la salud mental de Ibn al-Haŷŷ, cuando éste le ordenó que trajera un par de braceros y que cavaran bajo el cidro que tenía justo en frente de él.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">En menos de una semana localizaron a la genuina casamentera, que confesó lo que sabía y, del hilo al ovillo, encontraron al auténtico Mustafá que, aunque no era pañero, sí comerciante, y se llamaba de otra manera, pero el viento de los siglos barrió su nombre, para que no se repitiera.</span></p><p class="MsoBodyTextIndent" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Junto a una de las columnas de jaspe, de pie, cara al mihrab, Abu l-Barakat ben al-Haŷŷ se acariciaba la barba, negra todavía. </span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">El cadí, modificó la sentencia.</span></p><p style="font-family: times new roman;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">«Extraña es la raza de los hombres, pero Allah orienta a quien le place.»</span></p><p class="MsoTitle" style="color: rgb(0, 0, 153); line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Glosario Breve</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Alcaicería</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Mercado de las sedas.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Alcazaba</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Fortaleza, recinto amurallado.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Alfaquí</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Experto jurídico-religioso.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Alfar</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"> <b>emiral</b>: Alfarería real.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Alhóndiga</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Fonda con almacén para las mercancías y espacio para los animales.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Atarazanas</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Astilleros.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Cadí</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Juez.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Carraca</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"> <b>genovesa</b>: Barco de carga genovés de hasta 2.000 t.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Jábega</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Embarcación de pesca más pequeña que el jabeque.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Mezquita</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"> <b>aljama</b>: Mezquita mayor.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Mihrab</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Arco en el muro de la quibla.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Muecín</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: El encargado de la llamada a oración.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Sultán</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Rey.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Tenerías</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Talleres donde se curte piel. Curtiduría.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span style="font-size:130%;"><b><span lang="ES-TRAD">Visir</span></b></span><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">: Ministro.</span></p><h1 style="line-height: 150%; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Nota del autor</span></h1><p class="MsoBodyText" style="line-height: 150%; text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Este cuento está basado en un hecho real, en cuanto a la petición de explicaciones al cadí de Málaga, en la primera mitad del siglo XIV, por parte del visir nazarí, sobre lo ocurrido con respecto al contrato de compra-venta de una huerta, y al dictamen de dicho juez, cuyo comprador considera que contiene un «vicio oculto», al no haber sido informado, con anterioridad a la compra, sobre el asesinato de una mujer en la tierra objeto del contrato.</span></p><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;">Los nombres del visir, del cadí, matrimonio vendedor, comprador, y del donante de la lámpara de plata, que verdaderamente ornamentó la mezquita mayor, son reales; así como los espacios urbanos, las puertas, los edificios y sus funciones.</span><span style="font-size:130%;"><br /></span></div><span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-34538031226073752122007-05-26T09:42:00.000+02:002007-05-26T10:19:26.914+02:00El Castillo de la Calahorra - Antonio Enrique<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjyA7-GHs_wP5zD2iAmQJoA-6curbi6d2WEY9Jr3s1QtWaKwEb7n4UcYK1oqUuE1gpyN-eZCXk0Mj8enznMWWq6uDsIMjJFBdvMfZj9zUhpvgQc39uUKrprdFSJVRKlP9uvYal7mTCIeE/s1600-h/CastilloCalahorra1.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjyA7-GHs_wP5zD2iAmQJoA-6curbi6d2WEY9Jr3s1QtWaKwEb7n4UcYK1oqUuE1gpyN-eZCXk0Mj8enznMWWq6uDsIMjJFBdvMfZj9zUhpvgQc39uUKrprdFSJVRKlP9uvYal7mTCIeE/s320/CastilloCalahorra1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5068772120024067938" border="0"></a><br /><p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Quien cubra la distancia Guadix-Almería, en plena ruta santa del Islam -pues en tiempos pretéritos los musulmanes acostumbraron a embarcarse aquí, rumbo a la Meca-, quedará a buen seguro asombrado cuando, a poco de la salida de la villa de Alcudia, tras atravesar un despeñadero en embudo, enfile una planicie inmensa, yerma, desolada, delimitada a la izquierda por las brumosas lejanías de la Sierra de Charches y al frente por la vertiente norte del Xolair (Sierra Nevada) que por aquel flanco cubre con su imponente y quebrado dosel la tercera parte del cielo.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Se trata de una estepa de más de 60 kms. de diámetro, una tundra a muy poca distancia del cálido mar sureño, Una gran taiga desierta, donde la nieve perpetua de las montañas remotas otorga al llano una luz inédita, incomprensible, como de ultramundo. Desde estas montañas, tenemos noticia de que bajaban, hasta el pasado siglo, osos a las aldeas; dato tanto más turbador porque, hasta hace trescientos años, esta llanura, este timbal de arena y greda, fue cruzada por camellos, de los que se han encontrado restos. En otoño, la estampa idílica del valle se consuma en la polvareda de los rebaños, pero en verano es tal la sequedad que a poco de poner pie en tierra, no es difícil sorprender algún escorpión.<br /><br />Pero hubo un tiempo en que en lo que hoy es secarral inhóspito se asentaba un plantel de huertas ubérrimas, cuajadas de rosaledas, de gálbanos y jaras, tragacantos y estoraques a imagen de Oriente; el tiempo en que los moriscos, nuestros antepasados, habitaron aquí con sus costumbres que aún se conservan disfrazadas de cristianismo. Estamos, hemos llegado ya, en pleno Marquesado de Zenete, otorgado por los Reyes Católicos en la persona del favorito cardenal Mendoza, de la Casa del Infantado, por capitulación de marzo de 1490, rubricada en Sevilla. Tal Señorío agrupaba en una primera cesión las villas de Aldeire, La Calahorra, Ferreira y Dólar, a más, en una segunda, llevada a término al mes siguiente, de Jerez del Marquesado, con Alcázar (hoy desaparecida), Lanteira y Alquife: las llamadas «siete villas» del Señorío. Tierras, por otra parte, que en tiempo de godos pertenecieron al legendario conde don Julián, y que, posteriormente, Fernando e Isabel asignaron a Boadbil, en compensación por la pérdida no consumada aún de Granada, siendo trocadas, a última hora, por otros lugares de la Alpujarra, a cuya villa de Cádiar en efecto se trasladara por muy poco tiempo la errante corte nazarí.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Tal Señorío sería heredado, a la muerte del cardenal en 1495, por su hijo primogénito don Rodrigo de Vivar y Mendoza, «su más bello pecado» en tolerante expresión de aquellos monarcas. A tan bizarro señor, considerado como una de las personalidades más polémicas y sugerentes de su época, hijo del cardenal y de doña Mencía de Lemos, una de las doce bellísimas camareras que acompañaron a doña Juana de Portugal a Castilla, se debe la construcción del castillo de La Calahorra.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">El castillo va a ser avistado sobre una hosca prominencia, un altozano rocoso, a mano diestra del camino. La fortaleza es inmensa, aun columbrada en la distancia, pero el gigantismo de la sierra que le sirve de fondo es tal que semeja una bella miniatura. Así el viajero se preguntará qué es de aquello y cómo es que fue erigido cuando manifiestamente ya había sido prohibida con severidad la construcción de castillos en España. Pero el viajero - discúlpesenos la presunción - anda lejos de sospechar que el castillo de La Calahorra es la construcción civil renacentista más temprana de la península, elevada paradójicamente por el último de sus señores feudales.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Pocas personalidades en efecto tan fuertes y atrayentes en su tiempo como este don Rodrigo, el cual pasó una infancia vergonzante - poco menos que escondido - hasta que, junto a su hermano Diego (el futuro Príncipe de Mélito, de cuya rama procederá la Princesa de Eboli), fuera reconocido públicamente por su progenitor, aquel cardenal cuyo valimiento le mereciera el dictado de «tercer Rey de España». Muy joven paladín, intervino en gestas y escaramuzas de la guerra fronteriza, ganando el airón de héroe en el sitio de Baza, uno de los más crueles de la toma, al despegarse peligrosamente de los suyos para abalanzarse en solitario sobre lo más grueso de las huestes enemigas, la brillante caballería alárabe, con el propósito vesánico de recuperar un pendón, que les había sido arrebatado en el transcurso de la funesta batalla, lo que consiguió.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Poseía don Rodrigo un carácter nada fácil, temerario y justiciero; personaje de la encrucijada de dos mundos: el medieval, que se nos iba, y el humanista, que se nos venía. Por lo segundo, era extraordinariamente culto, perfecto ejemplo de cortesano, tal cual fijó este concepto el embajador Castiglione; por lo primero, había en él un resabio arriscado que le hacía ferozmente independiente en materia tocante a asuntos de sus Estados. A más, despreciaba al Rey don Fernando, aunque incomprensiblemente le guardó obediencia y fidelidad a todo trance, lo cual se vio en la ocasión de sus disputas de poder con don Felipe, su yerno. Pero es el caso que él venía de la púrpura, cuando aquel monarca se mostraba villanamente tacaño -volvía del revés sus atuendos, para aprovecharlos mejor- e incumplidor eterno de su palabra real. Contra él, para defendérsele, para afrontarle acaso, construye este genuino castillo-palacio de La Calahorra, tan brutal, medieval y masculino por fuera, como delicado, renaciente y femenil por dentro.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Maridó don Rodrigo aún bisoño con doña Leonor de la Cerda, hija del todopoderoso Medinaceli. Tuvieron un hijo (los cronistas no se ponen de acuerdo en el nombre) que murió prematuramente. Pero don Rodrigo era irreductible, y pronto se dispersó en escándalos -él era para la guerra-, así como en disparates en casa de la Reina de Nápoles, que le valieron su expulsión de Valencia, donde a la sazón vivía. También en Granada -donde heredó un palacio en que habitara el Rey sabio- volvió a sus arrogancias y demasías, poniendo en un brete a las autoridades al pasearse fuertemente escoltado a la manera de un virrey por sus calles, lo que estaba prohibido, a más de entrar armado en los Consejos.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Nosotros sentimos hoy predilección y simpatía por este señor digno de la pluma de Valle-Inclán, pero no lo veían así sus contemporáneos (como aquel don Francés de Zúñiga que, sin embargo, en su escandalosa crónica, se guardó mucho de propinarle sus ironías, caso excepcional pues se burló de todos). Doña Leonor, con semejante torbellino por marido, no tardaría en descender a la tumba, por sobreparto según alguno, por berrinche de celos los más. No se afligió don Rodrigo según parece, mucho. Se enamoró a sus treinta años bien cumplidos de una muchacha de diecisiete, a la que conoció, seguramente, en Valladolid y en plena misa mayor, rodeada de sus dueñas. Tal encuentro (o hallazgo) iba a traer en jaque a la Corte. Se trataba de doña María de Fonseca, hija de don Alfonso de Fonseca, temible señor de Coca. A ésta sí va a amar, con ternura, con locura. Bien que debía ser bellísima. Y no sólo esto, sino discreta. Al fin había encontrado a su doña Ximena, pues hemos de consignar que la vida de nuestro don Rodrigo de Vivar es una pura emulación, en su caso consciente, del héroe burgalés, de que creía descender. Doña María, declaran las crónicas, era «tan señora de todos sus deberes» que jamás sostuvo la mirada de varón que no fuese el que por amor y por palabra debía. Blanca y gallarda la imaginamos. Pero no fue fácil. La familia de ella, por razones de patrimonio, rechaza el enlace impulsando a la chiquilla, por el contrario, hasta la violencia, a que se casase con su primo, heredero de la Casa, poco menos que un niño, llamado Pedro Ruiz. Los Reyes Católicos sancionan este proyecto y vedan el proyectado con Rodrigo. En consecuencia, éste se casa con aquélla en secreto, contando con la aquiescencia de su madre. Los monarcas, bajo cuya autorización debía sancionarse toda política nupcial de la nobleza, no dan crédito a semejante comportamiento del hijo de su muy dócil cardenal y se enconan por tal desobediencia. Don Alfonso de Fonseca baja de su babia, se enfurece hasta lo inverosímil e inicia los trapicheos conducentes a la anulación, lo que consigue no sabemos cómo, a más de obligar a su hija a casarse con quien él quiere. Previamente, tanto a la madre como a la hija rebelde, las ha encerrado en uno de sus castillo, las humilla y las azota. Pero olvida que doña María es de su sangre, y no cede. La noche de las bodas, doña María dirá a su desconsolado y aún no esposo que «le retorcería el cuello como un pollo (sic) si osaba ponerle la mano encima». De una pieza, aquellas castellanas. En el ínterin, don Rodrigo marcha a Roma, y prosiguen los escándalos. Al embajador don Antonio Acuña, luego obispo de Zamora, que por allí andaba en tratos contra la Inquisición, a poco lo ensarta con su lanza. El Pontífice, que lo es entonces Rodrigo Borja, a fuerza de enterizo y campechano, ve con buenos ojos el casamiento de aquel tronera español con su hija Lucrecia, que acababa de estrenar viudedad de su tercer esposo, el duque de Biseglia. Pero Lucrecia, tan bella «tal como en la sala vaticana del Papagayo nos la dejó plasmada el Pinturicchio» y tan discreta «como consta en su correspondencia privada para con su enamorada Piero Bembo» parece que no fue del antojo de nuestro marqués de Zenete: demasiado lánguida tal vez, no se parecía a Ximena. Y era más que él, hija de Papa, cuando él sólo lo era de cardenal. Y retorna, tras haberse acrisolado en aquella cultura, a España. Aquí las cosas han cambiado. El feble niño Pedro Ruiz ha muerto, como también la Reina Isabel, principal valedora del frustrado consorcio. Entonces es cuando la rapta, a María. Es un episodio singularmente novelesco, sobre el que no podemos extendernos. y se la lleva a su castillo de Jadraque. Y, mientras, el castillo de La Calahorra asciende vara tras vara los sillares de su robusta fábrica. Estamos en el año de gracia de 1508. Según documentos recientemente hallados, sin embargo, la fecha de comienzos de construcción del castillo habría que adelantarla en cuatro años. Casi contemporáneo del Renacimiento italiano. Aquí van a trasladarse María y Rodrigo.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Resulta un singular monumento, glorioso a su manera, absolutamente desconocido en nuestra época, enclavado en pleno desierto de tierra salvajes. Muchas páginas nos levaría la acción del marqués (que era ya conde del Cid y barón de Alberique) en este su estado más querido. Su despotismo férreo para con los moriscos, y sus proclividades con las doncellas musulmanes en los baños de la vecina Alcudia, sus zambras, sus pleitos contra el obispo de Guadix.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">También dicen del Cid que en Valencia, antes de la llegada de doña Ximena, organizó las suyas, no supo, no pudo sustraerse de la fascinación de las mujeres agarenas. Sea como fuere, nuestro castillo está construido en su interior a la manera del Bramante, con mimo, con detalle insólito, como un soberano joyel. Tal castillo no es sino las historia en mármol y alabastro de un hermoso amor.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Por fuera un baluarte cuadrilongo, con cubos en sus esquinas coronados por medias esferas sobre adarves, de altura - los tales cubos o torreones - de «hasta donde alcance una piedra lanzada por hombre», y muros espesísimos, provistos de matacanes y aspillera, pues habían llegado ya los tiempos en que se asediaba con potente artillería, y sólo murallas bajas y gruesas resistían a la vibración de los proyectiles. Por dentro un palacio en torno a un patio de airosas galerías en dos plantas, con enigmáticas inscripciones en latín sobre los entablamentos, escudos nobiliarios de la Cerda y Fonseca, y preciosas labores de las escuelas lombarda y florentina. Y esto en medio del desierto. Magister arcium lo fue Lorenzo Vázquez, arquitecto de la Casa de Mendoza, pero éste, ya octogenario, sería encarcelado por don Rodrigo, debido a diferencias que no es preciso señalar aquí. Le suplió un genovés, el maestro Micele Carlone, quien vino acompañado por una pléyade de tallistas seguramente amigos del Buonarroti y del Torrigiano. Estamos en la luz de albores del Quinquecento. Mármoles, columnas y teselas se traen ya labrados de Italia, y son desembarcados en Adra; otros primores, como vanos y dinteles, molduras, chimeneas, se labran allí mismo. El palacio-fortaleza, cuyo muro de poniente rompe la simetría y se realza con un genuino experonte, incluido el albácar, tiene cabida para una hueste de unos cinco mil soldados.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Sin embargo, registra muy pocos actos de guerra. Apenas un asedio en el alzamiento morisco de 1567, a más de que sirviera tres años después de refugio para las tropas del marqués de Javara, diezmadas por los moriscos en los desfiladeros de las Alpujarras, cuyo acceso, el «espantable» - según Pedro Antonio de Alarcón - puerto de la Ragua, se abre, serpeante y pino, enfrente mismo del castillo, por su muro de Levante.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">El castillo posee hondos calabozos donde al parecer pernoctaban las hileras de presos moriscos camino de la Cancillería granadina, armería y graneros, un inmenso aljibe en el que sospechosamente trabajó más de la cuenta un famoso alarife. Posee oratorio y sala de Justicia a vida o muerte por derecho de señorío. Un recinto militar, sobre cuya entrada figura la sugerente inscripción usque intrare licet (hasta aquí se permite pasar), que es un auténtico laberinto, a más de galerías que al modo italiano comunican secretamente entre sí las estancias más separadas. Incluye una escalinata de las llamadas «en caja», que es de un virtuosismo inverosímil. Y - penosamente hay que decirlo - salones prodigiosos con artesonado morisco que nos evocan aquellos versos del Maestro León: ni del dorado techo / se admira, fabricado / del sabio moro, en jaspes sustentado. Penosamente, porque no hay espacio aquí para que podamos comentarlos.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Aquí vivió doña Mencía, hija de don Rodrigo y doña María, casada con el íntimo del Emperador, conde Enrique III de Nassau, y en segundas nupcias con Fernando de Aragón, duque de Calabria, viudo ya de la Reina Germana. Era - tengo junto a mí la reproducción de su retrato - extraordinariamente bella, hasta que una extraña enfermedad la deformó en obesidad casi monstruosa. Fue una de las introductoras del Humanismo; de ella, en la última carta que escribiera, dice el gran Erasmo: «Heroinam a Nassau-wen Hispanus huc venientem suis litteris commendarat. Me jubes ad illam scribere, et ego nescio ubinam agat. Significabas enim discessuram». Aquí vivió doña María de Mendoza, madre de dos de los hijos de don Juan de Austria, cuando vino éste a sofocar la rebelión morisca; doña Ana de Mendoza, luego de Austria, abadesa de las Huelgas de Burgos, y Francesillo, que fuera raptado por los moros de Jerez del Marquesado. Por aquí venía el marqués de Mondéjar, personaje excepcional de su tiempo, capitán general de Andalucía, y su hijo don Diego Hurtado de Mendoza, que tal vez - la cronología coincide - leyese en alguna temporada alguna de las páginas de El Lazarillo de Tormes, del que fue presunto autor. Y nuevamente hemos de abreviar. Porque también este castillo nuestro supo del Nuevo Mundo, por dos insignes caballeros del linaje Mendoza: el accitano don Pedro, fundador de Santa María del Buen Aire, y el granadino don Antonio, virrey de la Nueva España. Aquí, en este fastuoso patio, sobre el que se elevaba una maravillosa fuente, a los reflejos tornasolados de su caño airoso, tal vez, tal vez, los niños de la Familia jugasen con piedras preciosas.</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">El acceso actual al castillo es de dos maneras. En automóvil, a través de un pésimo camino en zigzag, que no es recomendable, porque no merece la pena. Y a pie firme, que es lo inteligente, a través de una costanilla, tan corta como empinada, la cual arranca desde la misma plaza del pueblo de La Calahorra. Aquí, a medio camino, en las últimas casas, hay una taberna. Sugiero al viajero que entre. Es una taberna fuera del tiempo: no se sirve más que vino, sin nada que de sólido lo acompañe, hay sentados muchos campesinos jugando al naipe y, si es de noche, alumbran el local varias perillas mortecinas. El cantinero es hombre de edad, que está sentado junto a la ronda de jugadores, o sirve lentamente tras la barra, provisto de sombrero de amplio fieltro. De él he escuchado sabrosísimas anécdotas relativas al castillo. Anécdotas de administradores aldeanos de la fortaleza, pícaros y ladinos, ma non tropo. Porque del señor duque, nunca se supo (el señor duque del Infantado, propietario del castillo).</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">Tiempo después, so pretexto de sacar dinerillos con cargo a la restauración, unos administradores pusieron toda una carga de dinamita en el interior de uno de los torreones, con el fin de hacer creer, cuando llegase una tormenta, que fuera un rayo lo que lo destruyese. Así se hizo, pusieron la carga y prendieron la mecha... sólo que el trueno de la pólvora no coincidió con el del cielo, de lo que se dio cuenta el pueblo entero, se nos dice con expresión jocosa. Pero hay más: está el túnel secreto que desde algún lugar del castillo conduce al cortijo de la salida. Nunca se supo desde dónde arrancaba. ¿Del aljibe tal vez?</font></p> <p class="textoarticulo" style="text-align: justify; font-family: times new roman;"><font size="3">La Casa de Mendonza. La Casa de Mendoza, de quien fuese tronco de mayorazgos don Iñigo de Mendoza, marqués de Santillana, el «Divino Marqués» para quienes gustan de versos y consejas. De su sangre fue el cardenal, y don Rodrigo de Vivar, su nieto, constructor de nuestro castillo de La Calahorra. Fernando e Isabel cerraron España en la Alhambra. Pero ellos, los Mendoza, el linaje que ostenta en su escudo el glorioso sotier en campo de oro, aquí en La Calahorra, desde Mendoza en Alava y siglo VIII, la cerraron.</font> </p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></p>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-78459534172109038862007-05-13T13:52:00.000+02:002007-05-13T14:21:44.583+02:00GRANADA A PINCEL<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdVMzTXKzlRV6UPAK2rhvePGOG8N_67HhcKGTAiQ9zvEDbT34m19j6E-GocC7iCyBfDToo_QseUUKiKhpAAOxFfjIAkNdr_Mns9JSyxjssyLx5mz24Qybp9qFczhLFS9va9jkBIGt0idk/s1600-h/granada_la_alhambra_desde_el_albaicin.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdVMzTXKzlRV6UPAK2rhvePGOG8N_67HhcKGTAiQ9zvEDbT34m19j6E-GocC7iCyBfDToo_QseUUKiKhpAAOxFfjIAkNdr_Mns9JSyxjssyLx5mz24Qybp9qFczhLFS9va9jkBIGt0idk/s320/granada_la_alhambra_desde_el_albaicin.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5064015892756548082" border="0" /></a><br /><p style="text-align: justify;" class="MsoBodyText"><span lang="ES-TRAD" style="font-size:130%;"> Así como con la luz de las hogueras el hombre prehistórico adquirió tiempo y, por tanto, autonomía, cuando estuvo preparado para salir de las cavernas y construir chozas, obtuvo la posibilidad de asentarse, en grupo, en lugares más adecuados o de su gusto, y gozó de una nueva porción de libertad.</span><span style="font-size:130%;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;" class="MsoBodyText"><span style="font-size:130%;"> Esas cabañas, esos primitivos poblados, fueron el origen de las futuras ciudades. Los materiales empleados, ramas, hojas o pieles, con el paso del tiempo fueron reemplazados por otros más resistentes que les ofrecían mayores garantías de cobijo, así como surgieron rudimentarias vías para moverse entre ellas y plazas para celebrar sus asambleas. Caóticas debían de ser estas calles, estrechas, insuficientes, pero efectivas según sus necesidades. Mas, a medida que el ser humano avanzaba, la “ciudad” debía acoplarse en beneficio de sus habitantes. Con la invención de la rueda se habilitaron avenidas para dar paso a los carros, y con el empleo de la piedra se construyeron murallas de defensa que les proporcionaron seguridad, pero a costa de la limitación del espacio. No quedó más solución que edificar hacia arriba, y las casas crecieron en una o más plantas, diferenciadas entre sí por su tamaño, altura, color, etc. Más tarde se dedicaron a embellecer sus pueblos, sus villas, acaso porque el hombre se complace en la hermosura. Las ciudades entonces tomaron “cuerpo” y se distinguieron unas de otras. Se las dota, pues, de un aspecto particular, una fisonomía que las caracteriza, pero, ¿la fisonomía creada permanece muerta o retorna al hombre en alguna medida? ¿No imprime carácter? ¿No influye sobre el habitante? Si esto es así, recíproco, deduciremos que, observando a la ciudad, obtendremos una aproximación de la idiosincrasia de sus moradores.<br /> La cuestión ahora consiste en elegir un método que nos permita percibirla, y un lugar, si la extensión de la totalidad es considerable. En el caso de Granada, la elección de éste es bien fácil: la vista desde el Albayzin, con el Sacromonte a un lado y al frente el conjunto de la Alhambra. El procedimiento: contemplarla como se hace con un cuadro. Encontraremos, entonces, la enorme mole del Albayzin, con callejas de líneas sinuosas, voluptuosas, femeninas, entrecortadas por otras igualmente curvadas, que crean un fuerte efecto de movimiento, de ritmo aparentemente incomprensible, si se está inmerso en ellas, pero apacible y armonioso, visto desde arriba, que, aun sin advertirlo, penetra en nuestro ánimo, adecuado don de una acrópolis sagrada de columnas cipresinas. A la izquierda, el Sacromonte, perceptible pero difuminado, como contrapunto de reposo a la mirada.<br /> Las rígidas líneas rectas de la Alhambra, verticales, seguras, estables, cómplices de las horizontales, sin las cuales no son nada, sólidas éstas y masculinas ambas, protegen un mundo de sensualidad, que ocultan, como un cofre de hierro de perfiles dentados, su interior cuajado de encajes. Ellas absorben la atención de nuestras pupilas, descansadas por el efecto de los tonos del Albayzin, ocres y blancos punteados de verde oscuro. Es una masa menor, pero equilibra, por su emplazamiento, en el imaginario lienzo, y por el grueso de las umbrosas pinceladas que semeja el bosquecillo de la colina, con tal efecto de realce, que aísla la Alhambra de la tierra y la hace levitar, como si de una roja llama se tratara, anhelante de cielo. Podría intuirse que ascendiera, que huyera, si no fuera por el límite impuesto por el trazo blanco de las nieves de la sierra, que la retiene estática. Allí se unen hielo y fuego indefinidamente, improfanables, envueltos en el azul granadino; ni aquél se funde, ni éste se extingue.<br /> Desde esta perspectiva, el observador queda sumido en el silencio, y si, al pasear, tenía un destino al que dirigirse, lo olvida, lo pierde, se abandona, sometido a esa alquimia mágica que lo hará permanecer sumergido, ya para siempre, en esta ciudad, atanor de la belleza. Quizá es que Granada sea el recipiente y nosotros el objeto a transmutar. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;"><span style=";font-size:130%;" lang="ES-TRAD" ></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;"><span style="" lang="ES-TRAD"><span style=""> </span><o:p></o:p></span></p>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3211286864808871821.post-3560476618490015242007-03-01T14:09:00.000+01:002007-03-04T09:26:59.879+01:00Viejos senderos de al-Ándalus<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRjdVsP0ejCOxmUhwDjgjNb-wxjfsNiiZt9_Lf8DHYZ4t_9jqLK0aPeaHbMSjR6KCTfmp0F2tBuaOeAAdxORGvvbsvPkZaseLKbRfqqBGD7FZJM-6Ovf9U7CXTBIid4qyG7EePsOIPCoo/s1600-h/Comares.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRjdVsP0ejCOxmUhwDjgjNb-wxjfsNiiZt9_Lf8DHYZ4t_9jqLK0aPeaHbMSjR6KCTfmp0F2tBuaOeAAdxORGvvbsvPkZaseLKbRfqqBGD7FZJM-6Ovf9U7CXTBIid4qyG7EePsOIPCoo/s320/Comares.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5036944375036015506" border="0" /></a><br /><p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Un sendero es una adición de pasos, de voluntades. Es más que una vía para desplazarnos porque, cuando iniciamos uno, interviene nuestra voluntad de recorrerlo pero también, inmanente, la de todos aquellos que lo hollaron hasta convertirlo en tal. Los que, a fuerza de pisarlo, dibujaron su trazo, su anchura, sus curvas, apartaron piedras o, incluso, dejaron otras. Aunamos nuestra voluntad -tal vez inconscientes de los pasos contenidos en él- a la de los que caminaron antes y, como ellos, depositamos huellas, sedimentos físicos de la energía que consumimos, residuos de nuestro paso.</span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Algunos de estos senderos siguen un destino semejante al del hombre: nacen, se desarrollan y se abandonan a un sueño incierto, que los hace borrosos, y del que no despertarán jamás. El humano también olvida y es olvidado. Quizá sean todas estas afinidades, este entrecruzamiento indivisible, esta urdimbre de destinos, de voluntades,<span style=""> </span>de sedimentos... hasta la del olvido, la que produzca la misteriosa interacción entre el camino y el caminante. Aquél le ofrece paisaje, rincones, acaso frescura, aromas y la seguridad de un objetivo alcanzable. Éste, su esfuerzo y la garantía de supervivencia que son sus propios pasos. El camino vive por la vida de los hombres.</span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Otros, siempre nacidos como débiles sendas, quedan prendidos a la cadena de generaciones y crecen, prosperan, se dilatan tanto que, al modernizarse, parecen perder singularidad pero, debajo del asfalto, perviven los mismos anhelos y continúan, con idéntico caudal, manando sus alfaguaras de magia. De tal manera que lo que creímos viaje, por efecto transmutador, se torna peregrinaje de itinerarios alquímicos, en cuyas esencias prevalece uno de los cuatro elementos sin que, por razón de su hegemonía, los demás queden del todo ausentes.</span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><b><span lang="ES-TRAD">El Agua<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Desahuciada pero altiva, se alza en Córdoba la noria de Abu-l-Afiyya. Como un presagio, cuelgan desvalidos los cangilones desdeñados. Aquellos que elevaban el agua hasta el alcázar Omeya, para surtir los jardines de belleza.</span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Hacia el sureste nos aguardan restos, recuerdos de otras muchas azudas que, entre gemidos del eje, bebían sus arcaduces del Guadajoz (Wadi-al-Jubz. Río del Pan) desde Al-Qalat (Espejo) hasta el Molino de Benifanin (Albendín).</span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Por la campiña baja, velada por milenarios cultivos de cereales -la comarca era el silo de Hispania en tiempos de Roma-, parte la vía romana que sintió, sobre sus piedras, los cascos del caballo de César cuando éste se dirigía a sitiar Ategua, allá sobre la Loma de Teba, cuyos habitantes eran afines a los hijos de Pompeyo. Inútilmente esperaron la ayuda de Cneo, pero no llegó nunca y hubieron de rendirse a pesar de la doble muralla de defensa. Sólo entonces, César cruzó el río por su único vado para enfrentarse con las tropas pompeyanas, a las que venció en ágiles escaramuzas, dejó refuerzos al sur y se retiró a Baena, que había sido incendiada por ser partidaria suya. Desde allí partió el gran estratega hacia Munda e infligió la definitiva derrota a los ejércitos de Cneo y Sexto, que sufrieron treinta mil bajas entre sus filas. Los muros de Ategua fueron reconstruidos más tarde por los almohades, pero su suerte había sido escrita en páginas de extravío y hoy sólo quedan ruinas en las que sobreviven lagartos y alucinógenas mandrágoras. </span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Cuando el cántico del muecín resonaba en el cielo de Al-Qalat, de Qastruh (Castro del Río), de Molino de Benifanin, fluían, como ahora, las aguas del Guadajoz, ese río salado, corredor de vida y también de muerte. Muerte, porque mataba a sus hijos con riadas repentinas. Vida, porque hacía brotar las huertas, siempre acompañadas del salmo lastimero de innumerables aceñas. </span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">Giran las norias como ruedas de fortuna, en un único círculo de opuestos. Unas veces vida, otras... muerte.</span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><b><span lang="ES-TRAD">El Aire</span></b></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span lang="ES-TRAD">En la costa se levanta el viento que arrastra briznas de mar hasta Pechina (Almería), la antigua Bayyana, y allí emprende la subida a la Sierra de la Alhamilla para perfumar cabelleras de palmeras. Bate el viento mientras la fuente arroja sus aguas termales, como lo hacía allí mismo otra, la del Conocimiento, cuando el lugar era la cuna del sufismo andalusí, hace nueve siglos, y la boca del maestro, Ibn al-Arif, rezumaba aljófares de sabiduría. Si la una era caliente, la otra abrasaba fibras del alma.</span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">El aire, médula vital, hacía tremolar el manto del “Hijo del Vigilante” en medio del palmeral. Los discípulos, arracimados en torno a él, atendían mensajes de despojamiento, de aniquilación en Dios, de anonadamiento en el Amor, que posteriormente dejaría por escrito en su “Mahasin al-Mayalis” (“Los Ornatos de las Sesiones”), obra de la que se admiraría Ibn al-Arabí, el murciano, el más grande místico que ha dado el Islam.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">En palabras suyas “...favorecido por el castigo y castigado por el favor”, el espíritu de Ibn al-Arif, halcón extático, se remontaba sobre las cimas de la Sierra de la Alhamilla.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span style="" lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><b><span style="" lang="ES-TRAD">La Tierra<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span style="" lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">Cualquier camino es bueno para llegar a Córdoba. Todos cumplen, rebasados, los requisitos para descubrir la ciudad califal, elemento tierra, como analogía de la razón humana en contraposición a la vía del arrobamiento espiritual. Sin </span><span lang="ES-TRAD">embargo, </span><span style="" lang="ES-TRAD">esto no es del todo cierto, pues todas aquellas figuras destacadas que cultivaron la razón acabaron por trascenderla: Averroes, que fue perseguido por su exégesis del Corán, demasiado libre, curioso en exceso y excesivo en el respeto a la opinión de un simple adolescente visionario: Ibn al-Arabí. Maimónides, convencido de que la revelación no estaba restringida a determinados seres escogidos, que consideraba fundamental la inspiración, de la que decía que era como “el fogonazo del relámpago en la oscuridad profunda de la noche”. <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">Entre las columnas de la mezquita de Córdoba, firmes, equilibradas, escrupulosamente ordenadas, como conviene a la razón, ¿no es el mismo mihrab quien la trasciende? ¿Qué es ese destellar de estrellas?, ¿qué, esa luz enamorada?<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span style="" lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><b><span style="" lang="ES-TRAD">El Fuego<o:p></o:p></span></b></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span style="" lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">Es Lawsa (Loja), ancestral confluencia de caminos, la que nos conduce a Granada por la vega del Genil, hasta el largo y estrecho cuello de la redoma que comienza en Bib Ilbira y se completa en la roja Assabica. En ella cristalizó la Alhambra, cuajada de mucarnas, tras las que se fraguaron cielos ocultos a la mirada del profano.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">El propio espacio, los azulejos, las cúpulas, sus muros bordados, contienen el homenaje a las diferentes tradiciones místicas, hermanadas en la convergencia. Los planetas, astros de sublimes firmamentos, instruyen al humilde, que contempla extasiado la emanación de la Unidad y, una vez rendida la nuca, doblega voluntad y entendimiento a la frase que encuentra bajo sus ojos: “Sólo Alá es victorioso”.<o:p></o:p></span></p> <p style="text-align: justify;" class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">Cuatro de los leones, los que marcan los puntos cardinales, nos advierten -en las frentes insertos triángulos de fuego-, del fuego que aquí purifica y funde en uno los caminos. Tanto fuego, que aquí quedaron los más bellos rescoldos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent"><span style="" lang="ES-TRAD">Viejos senderos de al-Ándalus... senderos iluminados.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoBodyTextIndent" style="text-indent: 0cm;"><span style="" lang="ES-TRAD"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>Joséhttp://www.blogger.com/profile/04844088074161586988noreply@blogger.com4